¡Tres hurras para las Cajas de Ahorros!
Sr. Director:
Creo que es un tema que está de actualidad, tanto por el affaire de la Caja de Madrid, como ante el debate gallego sobre la fusión de las dos que quedan, y en el que, al parecer, nadie tiene en cuenta la importancia de su localización, en función de los objetivos originales de su creación, ya totalmente olvidados.

Las Cajas no son bancos, son entidades creadas con carácter social, para combatir la usura, y facilitar el desarrollo de la actividad económica de las familias y las PYMES de su ámbito de actuación. En Galicia, de seis o siete que había en el siglo pasado, ahora se pretende fusionarlas en una sola. Así se quiere ahondar aun más en el abandono de una de sus principales características: mantener sus actividades de servicios financieros centrados en su entorno natural, basándolas en la proximidad y participación popular, manteniendo una competitividad basada en la cooperación, al tener diferenciadas sus áreas de influencia.

Pero en general, posiblemente siguiendo una estrategia de política neoliberal, la evolución de las Cajas en todo el estado español desembocó en un comportamiento y actitud que se aproxima al modus operandi de la banca privada, eliminando así un elemento de competencia en los servicios bancarios para las economías familiares y PYMES, y lo que es peor, desviar el patrimonio del ahorro popular hacia actividades y estrategias ajenas al entorno donde han tenido su origen.

Esa orientación dejó sin contenido una entidad fundamental para la planificación del desarrollo financiero de las Cajas de Ahorro: la Federación Gallega de Cajas de Ahorro, que teóricamente tenía una misión de unificación de criterios y control, se ha quedado en una inaccesible oficina del defensor del cliente. Algo parecido pasó con la CECA (Confederación Española de las Cajas de Ahorro) ya que, al convertirse en competidoras por concurrir en las mismas áreas geográficas, estas entidades suprimieron una mínima actividad de planificación y colaboración conjunta.

Ahora resulta que no solo se habla de competencia en el mercado mutuo, sino que se proponen y planifican nuevas formas de gestión, que estarían en total desacuerdo con sus origines y objetivos, cuando en realidad su vigencia y nicho de participación debería considerarse imprescindible, y no es exagerado pensar que, de haber persistido en sus practicas originales, habrían evitado entrar en la problemática de la actual crisis, tanto las propias Cajas como sus clientes.

Así pues es necesario evaluar si con las Cajas se está siguiendo el camino correcto, así como, en el caso de que se reconozca la necesidad de una reforma, aun estamos a tiempo de aplicarla y como debería de ser. Romper con la inercia de aplicar una visión sesgada, condicionada por unos principios mínimos impuestos por una estrategia de una planificación financiera especulativa, nos lleva a cuestionar las propuestas al uso y a formular otras nuevas.

Como demostración de la demanda de entidades que mantengan ese estilo, es el éxito relativo de iniciativas como COOP57 y FIARE, dos proyectos puestos en marcha en la línea de un ideal de entidades financieras orientadas a facilitar el desarrollo sostenible de la economía en su conjunto, gestionadas democráticamente por sus propios clientes y beneficiarios. También una mini encuesta telefónica, donde de 360 personas, el 81% pusieron de manifiesto su descontento con los bancos y cajas de ahorro, un 3% no supo o no quiso pronunciarse, y el resto (menos de un 16%) lo consideraban como una servidumbre inevitable dadas las características del mercado. Solo un 18% supo mencionar alguna diferencia significativa entre unas y otras.

Decir que las Cajas de Ahorro tienen que ser regidas por profesionales, equivale a suponer que tienen que comportarse como empresarios banqueros, cuyo objetivo único es acrecentar al máximo sus beneficios, precisamente cuando fueron creadas para contrarrestar esa actitud, que ha sido, aunque no quiera reconocerse, la causa principal de la crisis que estamos viviendo.

Decir que su actividad no puede ser orientada desde la política, significa que o no se tiene ni idea de lo que significa política, o que en realidad lo que se quiere es evitar que los verdaderos dueños del capital financiero participen en su control.

Es de desear que las Cajas actúen de acuerdo con el beneficio de toda la sociedad, contribuyendo a favorecer a las personas que participan en un desarrollo acorde con las necesidades reales y posibilidades de conservación patrimonial, con un beneficio equilibrado para sostener su actividad.

Hipócritamente, los reglamentos en vigor parecen querer contemplar esa circunstancia, pero no se aplica democráticamente (los representantes de los imponentes, son elegidos por sorteo) y las normas son totalmente antidemocráticas y proclives al chanchullo. (Prueba de ello está en que la batalla que se está librando en el caso de Caja Madrid).

Como imponente, quiero que mi representante sea accesible, conocerlo, y participar en su elección. Que pueda presentarse libremente, y hacer su campaña electoral, ya que actualmente no tiene acceso a sus posibles votantes, ni medios para explicar sus alternativas y actitudes.

Como ciudadano, prefiero que sean los políticos que se eligen democráticamente, a los que pueda pedir responsabilidades, los que se integren en una Asamblea en la que también deberán estar los sindicatos y asociaciones empresariales, entidades de carácter social y representantes democráticos de los clientes (ahorradores y usuarios), para que su gobierno y la orientación de su política económica esté en manos de los que han de beneficiarse en su conjunto de sus servicios, en amplio debate abierto ante las personas que constituyen nuestra sociedad.

Como persona, espero que se marquen claramente las diferencias entre una Caja de Ahorros y un banco privado, para que cada uno pueda elegir que hace con sus ahorros y disponibilidades económicas: o contribuye al desarrollo de una economía al servicio de la sociedad, o lo entrega a los especuladores y depredadores financieros, cuyo interés único es un máximo beneficio a costa de lo que sea y sin preocuparse de las repercusiones, como ha ocurrido en los últimos años, y por lo que se ve va a continuar ocurriendo.

He tenido la suerte (o desgracia) de ocupar el cargo de Consejero durante varios años en el Consejo de Administración de una Caja de Ahorros, por lo que conozco "algo" sobre el tema.

Miguel Quinteiro

 

Cajas: que manden los clientes

Tiene toda la razón el señor Quintero: existe una verdadera obsesión del pensamiento económico políticamente correcto por aprovechar la crisis económica para terminar con las cajas de ahorros, entidades de carácter mutual cuya triple razón de ser siempre ha sido ayudar a la gente a comprar un piso -son las grandes del mercado hipotecario-, apoyar a los empresarios que crean trabajo en la zona y repartir el dividendo, no entre accionistas sino en su propio ámbito de cobertura.

Sin embargo, el Banco de España, y todo el ambiente políticamente correcto de Gobierno y oposición, están empeñados en acabar con ese esquema y convertir a las cajas en sociedades anónimas. Dicen que son menos rentables que los bancos, lo cual no es cierto pero, sí así fuera, habrá que recordar que las cajas no ha entrado en crisis porque sean pequeñas o porque no sean bancos: han entrado en crisis, precisamente, por comportarse como bancos, en contrato como grandes bancos de inversión.

Cajas comprando a pérdidas, titulizando más aún que sus colegas bancarios, prestando no a pequeños promotores sin grandes inmobiliarias y grandes empresas de infraestructuras. Ha habido cajas que aprecian Morgan Stanley. Pero no ha sido esas cajas las que han caído: el que cayó fue Morgan Stanley, y si no ha echado el cierre, como Lehman, era, como recuerda un libro de un periodista del New York Times porque eran demasiado importantes parra caer.

Volvamos a la crisis: las cajas no sólo les gusta a los políticos autonómicos, que son los que las controlan. El Banco de España, regido por el socialista MAFO, pretende acabar con ellas: quiere que las más de cuarenta entidades actuales se reduzcan a diez y, de paso, convertirlas poco a poco en bancos.

Con las fusiones -y con el dinero público como señuelo para forzar esa fusiones, las Cajas se desligarían -fusiones inter-regionales- de su actual control por las comunidades autónomas, pero sólo para pasar el control de un gobernador con carné del PSOE. Al mismo tiempo, tanto PP como PSOE intentarían convertirlas en bancos mediante sutiles vías intermedias tales como la Fundación (modelo italiano presuntamente forjado para mantener la naturaleza jurídica de las cajas y que terminó convirtiéndolas en bancos en un  año), cuotas participativas o cualquier otro sistema.

Lo que estamos viviendo en las cajas es lo de siempre: la cuestión social no se dirime en la pugna entre lo público y lo privado sino en la pugnan entre los grandes y los pequeños. MAFO quiere que las cajas sean bancos pero sobre todo quiere que sean grandes.

Eso sí, si las cajas quieren defender su personalidad jurídica actual deberán plantear una alternativa. Las alternativas de futuro están, como siempre en el pasado, en el origen de estas entidades, que no es otro que su carácter mutual. Una mutua es aquella empresa donde no mandan ni los accionistas ni los directivos ni los trabajadores: mandan los clientes (o deben mandar). Sé que el esquema mutua es difícil, y se presta a perversión, pero eso no dice nada malo del sistema, sino de los pervertidores: en las cajas deben mandar los impositores, los depositantes.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com