En la bolsa madrileña de años atrás, en la de los barandilleros, en los corros a mano alzada, ocurría lo mismo que ocurre hoy: los peces grandes se comían a los chicos. E incluso se vivían las mismas diferencias, o más, entre pequeños y grandes, sólo que las formas eran otras. Entonces la clave estaba en el llamado "dinero de provincias". La bolsa madrileña de antes era un parqué de señores, de corredores de comercio que dominaban el mercado. Por eso, la bolsa abría de martes a viernes porque, naturalmente, no está bien que los corredores llegaran con la lengua fuera, tras un bien merecido fin de semana de paz y sosiego. Los lunes, por tanto, los señores agentes lo dedicaban a reflexionar y coger fuerzas para afrontar la larga semana que se venía encima. Los martes la bolsa abría a las 10,00 horas, y se cerraba a las 14,00, porque había que ir a tomar el aperitivo justo al lado, al Ritz. El martes, por tanto, la principal ocupación de los "inversores" consistía en comprar, con lo que hacían subir los valores deseados, que tampoco el mercado era muy ancho. Los adinerados de provincias se agitaban el miércoles de los subidones de los martes, y anhelaban disfrutar de aquel maná de oro fino de la madrileña plaza de La Lealtad. Daban sus órdenes a su banco, que, tras la consiguiente reflexión, comunicaban a sus centrales lo que tenían que comprar. A eso del jueves o el viernes, los señores corredores vendían lo comprado el martes e inflado miércoles y jueves por "el dinero de provincias". Aprovechábanse, cierto es, de que cuando la Bolsa sube todos ganan pero cuando la Bolsa baja nadie pierde. Dicho de otra forma: los intermediarios madrileños vivían, y vivían muy bien, gracias al dinero de los provincianos, locuaces en la fortuna, lacónicos en los fracasos, siendo ésta más numerosa que aquéllas. Naturalmente, el valor añadido de los corredores de comercio y agentes de bolsa, como hoy el de las agencias y sociedades de valores es el mismo: personal y corporativo, aceptable, valor añadido social -figura ésta también conocida como ‘bien común'-, ninguno. Ellos no se quedan sin cortar el cupón. Quizás fue el precitado desfase temporal entre Madrid y provincias lo que ha llevado a los asesores de imagen a plantear ante todo periodista que quiera oírlo -no muchos- que la gran aportación tecnológica del presidente del BBVA, Francisco González -que empezó siendo broker y continúa siéndolo- es haberse hecho con uno de los primeros teléfonos móviles del mercado, aquellos zapatófonos, con los que daba órdenes desde cualquier sitio, por ejemplo, desde los restaurantes, despacho habitual los intermediarios financieros. Quiero decir que, para ganar en bolsa, el único secreto consiste en poder comprar a las 11,10 y vender a las 11,15. O eso, o disponer de información confidencial por vías espurias. Es decir, que no ganan dinero los mejores sino los que poseen información y capacidad operativa en tiempo real. Ahora bien, ni los agentes y corredores de ayer ni los broker de hoy aportan nada. Simplemente viven de una burbuja financiera y no pasaría nada porque desaparecieran. Salvo el mercado primario, la bolsa es una rueda especulativa que no cumple ninguna labor social. Y de grandes proporciones. Por ejemplo, según el informe de Bolsa y Mercados Españoles (BME) correspondiente a 2007, España tiene una bolsa que vale el 160% de su PIB (1 billón de euros en 2007). La economía alemana, por ejemplo, es menos especulativa: un 100 por 100 la Bolsa de Londres, la gran City financiera europea, no alcanza la burbuja española: se queda en el 150%. Es decir, que España es la campeona de la economía financiera, esto es, especulativa. Seguimos en la burbuja financiera  del dinero de provincias. La burbuja ha crecido y el dinero de provincia es el de los ahorradores -ahora llamados inversores- mientras los que ganan siguen siendo los intermediarios... antes y ahora. Dicho esto, que la fiscalidad del ahorro sea inferior a la fiscalidad que grava el empleo o a las rentas del trabajo y que no haya impuestos más gravosos para la empresa que los laborales, es algo que debería hacernos reflexionar sobre la sociedad que hemos creado: especulativa y dispuesta a premiar al rentista frente al trabajador, al autónomo o el emprendedor.   Eulogio López eulogio@hispanidad.com