Es curioso : ni con Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, en plena transición a la democracia, ni con el interminable Felipismo, corrupción y terrorismo de Estado incluidos, ni con la tonti-altanería de José María Aznar, especialmente en su segunda legislatura, España vivió tal fractura social, enfrentamiento público y crispación privada como con el Presidente Zapatero, que hizo del diálogo y el talante sus banderas y su personalidad política. Nunca como ahora, desde el Franquismo, puede hablarse de dos Españas, permanentemente enfrentadas, embestidas y si se me permite la expresión- perpetuamente encabronadas.

Lo que está ocurriendo es lo que podríamos llamar una incorrecta utilización de diálogo y talante. Los socialistas, y lo hacen muy bien, aíslan de ese diálogo al Partido Popular, hasta conseguir una apariencia de todos contra el Partido Popular. Es su estrategia, totalmente legítima, ya han conseguido proporcionar la apariencia de que todo el mundo es tolerante menos esos estrafalarios y atrabiliarios de la derecha, por más que representen al 40% del electorado.

El otro colectivo, aún más numeroso que el de votantes del PP, al que la estrategia de Zapatero ha expulsado del foro y les ha privado del derecho no universal al diálogo y al talante con la autoridad es a los católicos. ¡Qué le vamos a hacer! A don José Luis le fastidian los cristianos. Los musulmanes no, los judíos tampoco, ni los agnósticos: lo que les fastidian son los católicos.

Más de un 1 millón de personas, la mayoría cristianos, no nos engañemos, se manifestaron el pasado 18 de junio contra la el matrimonio gay y la brown revolution con exquisito respeto a las personas. Zapatero no recibió a los organizadores. Lo mismo puede decirse de los 2 millones de firmas recogidas a favor de la enseñanza de la religión en las escuelas. Zapatero no les recibió.

Ahora tenemos, próximo sábado 12, manifestación en Madrid contra la Ley Orgánica de educación del PSOE, que, como ocurriera con la Ley de calidad del Partido Popular (LOCE) tiene sus pros y sus contras, pero lo que realmente enerva a unos y otros es, una vez más, la enseñanza de la religión en las escuelas. Zapatero no recibió a las entidades que organizaron la recogida de firmas y el martes el PSOE organizó una manifestación en defensa de la enseñanza pública, como si la escuela pública tuviera que convertirse en un mariachi de comecuras (no tendría por qué, pero en eso se ha convertido en la práctica). La manifestación del sábado es otro enfrentamiento más entre agnósticos agresivos y creyentes hartos de que se les humille, ofenda, margine y ridiculice. Este enfrentamiento entre los llamados progresistas y los cristianos es una prueba más de que el siglo XXI será confesional o no será, y que la madre de todas las batallas en el siglo XXI es la batalla por situar a Cristo en el salón o en el desván. El resto de confrontaciones pública son mera derivadas sin especial importancia, futesas. Y, por cierto, está situación se ha dado siempre a lo largo de la historia, pero nunca con la crudeza del siglo XX. Hasta hoy, el enfrentamiento se producía en cada persona, ahora ha pasado a primera línea: se combate en la trinchera de forma colectiva. Todo el mundo está implicado, la neutralidad, prohibida. Entre otra cosa porque el bien apetecido vomita los que no son ni fríos ni calientes.

En definitiva, unos y otros lo ocultan, pero lo cierto es que el próximo día 12, junto a otras cuestiones legítimas, no lo olvidemos, lo que se vive es un enfrentamiento entre una izquierda, que tiene más de progre que de izquierdista, y los católicos, que se sienten agredidos, muy agredidos, por el cinismo del diálogo y el talante. El único punto negro en este segundo grupo, consiste en que algunas organizaciones patronales pretenden aprovechar ese muy justo sentimiento para llevar, de forma más interesada y menos justa, el agua a su molino. La opción más juta, ya lo he repetido cientos de veces, que defiende la libertad de enseñanza no es el concierto educativo, sino el cheque escolar. Pero qué le vamos a hacer: Tapémonos la nariz y acudamos a la manifestación: es de justicia.

Eulogio López