Sr. Director:

Cada 8 de marzo, la marginación de la mujer que ha decidido dedicarse a su familia se hace especialmente notoria. Parece que no existe otra mujer digna de elogio que la que lleva el apellido de "trabajadora".

Se habla de ayudas solamente para conciliar vida laboral y familiar (y ojalá se avanzara aquí de verdad),  y lograr la "plena incorporación de la mujer al mundo laboral". El lema de cada 8 de marzo parece ser "todas a trabajar fuera de casa". Todo para cumplir el objetivo de un feminismo dogmático, que no soporta ver a una mujer dedicada a sus hijos.

Pero las mujeres también tenemos derecho a poder cuidar de nuestros hijos y a que no se nos nieguen las ayudas por ello. Derecho a no vernos obligadas a delegar su cuidado a una guardería o a una tercera persona por vernos obligadas a ir a ganar otro sueldo. Más cuando la que está en casa está ahorrando dinero al Estado en guarderías, comedores, bajas por maternidad y por embarazos difíciles,  y educando a sus hijos de primera mano.

En otros países europeos sí se subvenciona a la mujer que decide cuidar de sus hijos en casa. ¿Por qué aquí no?

El 8 de marzo ha quedado reducido a dar voz acríticamente a las reivindicaciones de cierto feminismo, que no representa el interés de todas las mujeres, sino su propia agenda política (recordémoslo, antinatalista, antifamiliar y con una visión muy pobre de la feminidad).   

Arantza Díez. Madre de joven familia numerosa.

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