Seúl concluyó, no sólo sin soluciones para la crisis, sino ahondando en ella. La economía financista nos conduce a la crisis permanente y a la extensión de la pobreza. Nos conduce, en resumen, a la plutocracia. Mientras tanto, Obama pretende apagar el fuego con gasolina

Pero todo el mundo es más o menos consciente, con la posible excepción de los líderes mundiales, de que hemos entrado en una crisis económica permanente. Es decir que, como el problema no tiene solución, o al menos los políticos no la encuentran, han decidido olvidarse de ello. A fin de cuentas no son los políticos quienes sufren la penuria en sus carnes. Eso sí, se juegan el cargo.

Para abordar la crisis económica hay que reducir liquidez, reducir el dinero que corre por el mundo, pues ahí radica la causa del crash de 2007. La política económica no consiste en proporcionar liquidez sino en crear productos; la economía no consiste en llenar el mundo de dinero sino de bienes y servicios para el bien común.

Insisto: en Seúl, los únicos que estaban acertados eran los antisistema. La Cumbre del G-20 no ha servido para nada, aseguran los medios. No, la Cumbre del G-20 es peor: sirve para introducirnos en la crisis permanente.

El jaleo mental en el mundo es de tal calibre que se trastoca todos los elementos, e invierten todos los conceptos. Cuando los políticos se obsesionan por las finanzas pierden de vista la economía real. Como muestra del desastre del G-20, tres botones:

China. La Cumbre de Seúl vino precedida por la famosa guerra de divisas. Se trataba de obligar a China a revaluar el yuan. Ahora bien, China no está creciendo gracias a un yuan devaluado sino a los salarios de miseria con los que explota a sus trabajadores. Esa es la clave de su competitividad y la vergüenza de su tiranía. Occidente no debe obligar a Beijing a revaluar su moneda sino a competir noblemente con el resto sin explotar a los chinos. Una vez más, obsesión financista frente a economía real y bien común.

Estados Unidos es acusado, bien acusado, por Alemania, de reflotar su economía a costa de darle a la máquina de hacer billetes. Lógico: no se trata de hacer dinero sino de destruirlo. La economía, habrá que repetirlo, no consiste en emitir dinero, que es un instrumento, sino en satisfacer necesidades. Obama se ha convertido en un enemigo de los menesterosos del mundo y en el mejor amigo de la especulación financiera. En cualquier caso, se dedica a apagar el fuego con gasolina.

Tercer error, el europeo. La Unión promete salvar a Irlanda si quiebra. Pero no es el país celta el que puede quebrar sino la deuda irlandesa. Por tanto, no se salva a los irlandeses economía real- sino a quienes han invertido en deuda pública economía financiera- del Gobierno de Dublín. Se repite así el chantaje permanente de los especuladores: fuerza al Gobierno de Dublín a aumentar su rentabilidad porque saben que la Unión acudirá a salvarles y recuperarán su dinero. Es el chantaje permanente a la sociedad por parte de banqueros codiciosos, sabedores que serán salvados de la quiebra por el dinero público, y de los especuladores públicos aún más temibles- los gobernantes irresponsables que emiten deuda sin parar porque saben que la Unión, o el FMI, es decir, los demás, les sacarán del apuro. La única manera de detener a esos banqueros y gobernantes irresponsables es permitir que los bancos quebrados quiebren y que los Gobiernos quebrados quiebren también. Que dejen de jugar con el dinero de los demás.

Por lo demás, los alemanes, que aquí no tienen razón, están dispuestos a poner dinero, no para salvar a Irlanda, sino para salvar a sus bancos tenedores de deuda irlandesa. Encima, pretenden, a cambio de su promesa de ayuda a los especuladores, tutelar la política irlandesa y exigir sacrificios a los irlandeses en forma de mayores impuestos y menos prestaciones públicas.

Se les ve el plumero, porque fue el Gobierno Merkel quien propuso retirar el voto a aquellos países que precisen ayuda para su deuda. Eso es como quitarle el derecho de voto a un pobre por el hecho de ser pobre. En otras palabras, eso es plutocracia. El mayor enemigo actual de la democracia.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com