Desgraciadamente, por el empecinamiento del partido Convivencia Cívica (salvo para los no nacidos, que no pueden ni convivir ni vivir), el partido del primer ministro Donald Tusk, no se ha modificado la ley de aborto polaca de 1993.Una ley, y esto es lo paradójico, muy similar a la española de Felipe González (1985), con los famosos tres supuestos. ¿Por qué en España vivimos en la masacre de bebés y en Polonia no? Porque allí se aplica y aquí, desde su puesta en marcha, tanto con los socialistas como con los populares, fue una ley coladero, donde el 97% de los infanticidios se cometían por el presunto peligro para la salud psíquica de la madre. O sea, una coña. Coña homicida, pero coña. Alguien hizo el cálculo en un momento dado y resultó que, si se aplicaba la ley como se debía, en España el número de abortos no habría alcanzado ni la docena (y no los 120.000 anuales que se perpetran hoy).

La ley de aborto supuso la des-moralización de una sociedad como la polaca, que supo vencer, gracias a su fe, a los turcos, al feroz protestantismo escandinavo de la edad moderna, a los nazis y a los comunistas. Pero recuerden, el peor enemigo siempre está dentro... dentro de uno mismo. Se llama incoherencia.

Los argentinos también son más activos en la lucha por la vida -donde se juega la libertad y la democracia en el mundo- que los españoles. Pero la presidenta argentina, Cristina Fernández -que insiste en que ella no es abortera-, se ha acogido a otro de los trucos del Nuevo Orden Mundial (NOM) empeñado en colar el aborto en Iberoamérica, una verdadera obsesión de los mercaderes de la muerte: introducir el aborto por la vía del derecho internacional y en nombre de la violencia de género. ¿Qué tiene que ver la violencia contra la mujer con el aborto? Lo mismo que la gimnasia con la magnesia. Hablo de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Declaración Belem do Pará. Notivida, la espléndida página argentina en defensa de los derechos humanos (es decir, del derecho a la vida) lo explica mucho mejor que yo.

Eulogio López

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