Como si estuviera pensando en España, el papa Benedicto XVI ha recordado que la Navidad es una fiesta cristiana, más que nada porque lo que se celebra es el cumpleaños de Cristo (toda la filosofía cristiana siempre ha sido tan amiga del espíritu, que no se ve, como de la evidencia, que no se puede no ver), y que conviene recuperar los símbolos católicos. Más que nada por eso, porque la Navidad es el Cumpleaños del Redentor. Llegará un momento decía Chesterton- en que tendremos que luchar por demostrar que una hoja es verde. En ello estamos.

El aviso papal parece pertinente, dado que según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) el 55% de los españoles no asocia la Navidad con la fe. Entonces, ¿con qué lo asocia? Y además, ¿quien les ha dado permiso para hacerlo? La libertad personal tiene el límite del prójimo, pero también el de la realidad, un axioma tantas veces olvidado.

Y así, no es de extrañar, que los niños del Instituto Ramiro de Maeztu (para nuestros amigos hispanos, los más pijos de todo Madrid) hayan festejado la Navidad tirando huevos al personal que pasaba por la calle y en batalla campal con otros pipiolos adolescentes, y de paso con la policía. Balance. Un herido grave, decenas de heridos leves, media docena de detenidos y el mobiliario urbano de una de las vías céntricas de Madrid hecho polvo.

Así entendían la Navidad estos niños, en una especie de vandalismo que se está convirtiendo en tradición: montan el numerito justo el día en que les dan las vacaciones de Navidad. No las de Semana Santa, ni las de verano, justo las de Navidad. Y son niños-bien, ahítos de bines materiales, sin problemas económicos o de integración. A ver si nos damos cuenta de que, tanto en Francia como en España, el problema de la violencia adolescente no es de marginación, sino de profundo aburrimiento, un tedio mortal envuelto en cazadoras de marca. La revolución de los pobres nunca trae violencia gratuita, la de los ricos sí, por eso es más peligrosa. La revolución más sangrienta a la que se enfrenta el Madrid del siglo XXI no comenzará en Lavapiés, sino en Serrano.

Pero volvamos a Benedicto XVI, quien pide no desvirtuar la Navidad. De las tarjetas navideñas que recibo en Hispanidad, mitad empresariales, mitad políticas, ya las tarjetas laicas superan a las religiosas. Si acaso, algunas empresas tienen el buen gusto de enviar la foto de algún cuadro de la Sagrada Familia correspondiente a su colección privada. Es decir, algunos, los más progres, simplemente evitan cualquier motivo navideño, incluida la supresión del Feliz Navidad para quedarse con el más laico Feliz Año Nuevo (si Dios no existe, ¿qué motivo hay para pensar que 2006 va a resultar más feliz que 2005?), otras, sencillamente, tratan de ocultar su fe en forma de arte, que como se sabe es cultura, no religión. Por último, están los que practican otro tipo de cobardía, con tarjetas, felicitaciones o mensajes no cristianos, pero sí morales. Ya saben, deseos de paz en el mundo y cosas así. Es lo que se llama Navidades estilo Miss Mundo o estilo Zapatero en la ONU.

O sea, que nada como la Navidad para contemplar la cristofobia reinante. En el fondo los cristófobos no hacen otra cosa que repetir el atávico esquema de la humanidad: A Jesús de Nazaret no se le ama o se le odia; nadie queda indiferente. Lo que ocurre es que el número de odiadores ha aumentado mucho en los últimos tiempos.

Otra mentira habitual en esta desnaturalización navideña es la de que es producto de la multiculturalidad. No hay flujo migratorio que pueda modificar de la noche a la mañana los usos y costumbres eso que llaman cultura de una sociedad- si esta sociedad se niega a ello. En román paladino : los culpables de la descristianización de la Navidad no son los islámicos, ni la inmigración china. Los que destruyen la Navidad somos los propios cristianos.

El mejor ejemplo, lo tienen en la Generalitat catalana. No tengo noticias de este año, pero en la Navidad de 2004, la Consejería de Educación de la Generalitat envió una circular a todos los colegios públicos y concertados, incluidos los regidos por órdenes religiosas, pidiendo que no se colocaran belenes en los colegios, dado que ello podría ofender a los alumnos de otras confesiones religiosas así como a los agnósticos.

Y mientras todas estas tontunas pasan por el mundo, la gente de bien sigue celebrando el cumpleaños del Creador, coloca sus belenes en casa y espera la llegada de sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Algunos, incluso tienen la costumbre de acudir a la Misa del Gallo, una costumbre que, como todas las tradiciones con poso, acabará por renacer cualquier día, y será el mejor antídoto contra el consumismo navideño.

Feliz Navidad para todos, Feliz Navidad para el que cumple los años.

Eulogio López