Los ataques a la Iglesia han convertido al catolicismo social en una trinchera reaccionaria. Hemos perdido la vanguardia cultural mientras la izquierda gramsciana nos ha sustituido regando de parámetros utilitaristas nuestra forma de vivir. Estamos aprendiendo a responder. Pero nos hemos olvidado de ofrecer alternativas, de presentar una vanguardia atractiva. Y eso es pan para hoy y hambre para mañana.

El catolicismo social español se encuentra crecido tras el éxito de la convocatoria del 18-J. Y está bien. En los últimos años han surgido plataformas medianamente profesionalizadas en defensa de los valores de la familia. Desde internet se ha realizado una labor de "primera línea" frente a los ataques constantes que la política, la empresa y la sociedad. Y eso está muy bien.

Pero nos hemos olvidado de los fundamentos. La tentación del mundo se ha incrustado en nuestras organizaciones. "Si tuviéramos más dinero, si fuéramos más personas tirando del carro..." En demasiadas ocasiones nos olvidamos de que somos meros instrumentos al servicio de nuestro Padre, verdadero artífice de nuestras obras. Nos puede la soberbia. Nos gana la estupidez humana. En demasiadas ocasiones no nos encontrarían en el "mirad como se aman".

Pero es que además, hemos abandonado la cultura. La Iglesia ha sido pionera en el arte, la arquitectura, la literatura y el pensamiento. Hasta fue un fraile quien inventó la contabilidad. Hoy estamos detrás. Chupamos rueda del mundo. Vivimos una fe arcaica mientras cabalgamos en un mundo que no es nuestro. Hemos dejado de ser referencia en pensamiento político. Hemos abandonado la filosofía. Hemos dejado que el arte lo creen otros. Vamos a misa, pero vivimos como si Dios no existiera. Nuestras universidades tienen como estandard la universidad estatal. Nuestros colegios pelean por el maná pero abandonan el ideario y la vocación.

Y mientras no recuperemos la cultura, seguiremos en una trinchera infinita. Quizás ganemos batallas, pero nunca la guerra. Gramsci entendió que para conquistar a las sociedades había que conquistar primero la cultura. Hoy, somos hijos de esa cultura marxista con adobos de superficialidad. Despreciamos la cultura como si se trata de una cuestión de cursis horteras.

Por eso las iniciativas en este sentido resultan tan relevantes. En Italia, la Conferencia Episcopal ha invertido para conseguir tener un diario en la calle, el Avvenire, que vende diariamente 100.000 ejemplares. No es prensa militante, sino buen periodismo con criterio cristiano. Un espacio de libertad donde los profesionales se enfangan para analizar la deuda, los conflictos bélicos y la compleja realidad política italiana.

En España, el ex diputado Manuel Milián Mestre, ha tenido una modesta iniciativa de reflexión cristiana sobre el cristianismo en la Unión Europea. Un embrión todavía, pero importante habida cuenta del desierto en el que nos movemos. De igual forma tanto la Universidad San Pablo CEU en Madrid como la Abat Oliva en Barcelona están haciendo un gran esfuerzo en promover una reflexión intelectual seria con óptica cristiana. Comenzamos a sentar las bases, aunque a ritmos que a uno se le hacen especialmente lentos.

 

Luis Losada Pescador