Ya tenemos el debate del otoño : la educación. El Gobierno Zapatero va a lanzar al ruedo la Ley Orgánica de Educación (LOE), y la Confederación Católica de Padres de Familia (CONCAPA) ha anunciado una manifestación, probablemente para noviembre. Dicen que no se asegura la libertad de los padres a la hora de elegir el colegio que quieren para sus hijos. Y es cierto : no se asegura.

Ya tenemos, por tanto, los dos bandos: la izquierda que quiere una educación pública, que forje funcionarios, regida por los sindicatos de educadores-funcionarios, y la derecha, que quiere los conciertos económicos: es decir, que el Estado financie la educación de los centros privados. Y luego está la tercera vía: el cheque, o bono, escolar: que el Estado dé a los padre el dinero para educar a sus hijos y que estos decidan dónde se lo quieren gastar. Con la escuela pública en la educación manda el Estado y los sindicatos; en la segunda manda el Estado y los propietarios de colegios, en la tercera mandan los padres, que eligen el centro, público o privado, que más les convenga. De esa forma, Estado, enseñantes y propietarios se ponen al servicio de la familia.

En esas, escucho el pasado domingo día 11, el programa radiofónico De las Artes y las Letras, en Radio Intereconomía, que dirige el director de Opinión de Hispanidad, Javier Paredes. Entrevista con el número uno, con cargo de secretario general de la Federación de Religiosos del a Enseñanza (FERE), padre salesiano Manuel de Castro. El entrevistador y conductor del programa, mencionado Paredes, sin ánimo de ofender, le pregunta al padre De Castro por el cheque escolar, o tercera vía. El clérigo confesó sentirse ofendido por la pregunta, afirma que solicitar el cheque es una postura radical. ¡Chupa del frasco, Carrasco! otorgarle el poder de elegir a los padres es ultra.

Veamos, la broma pesada, muy pesada, la de los conciertos educativos, es una especie de chantaje permanente de los políticos a los curas. Comenzó con la co-educación o educación mixta: si no lo aceptabas, no había dinero y tenías que cerrar o dedicarte a educar a hijos de millonarios. Así ocurrió. A partir de ahí, se desarrolló la técnica del chantaje permanente: los colegios católicos han ido cediendo en todo, porque la amenaza de verse privado del erario público conduce al cierre inmediato.

Es más, la mayoría sí, la mayoría- de los centros educativo religiosos ya tienen poco de religiosos. Los curas se han convertido en administradores (no muy eficientes) de la empresa Colegio SA. En muchos, muchísimos, colegios religiosos, los curas ya no dan clase: suele quedar el director y el portero, generalmente viejos: el resto son laicos. Un par de preguntitas:

¿Qué independencia de ideario puede tener un centro católico donde no hay religiosos católicos, con excepción de los cinco que quedan, dedicados a tareas de administración?

¿Cómo van a tener ideario si no tienen vocaciones que crean en ese ideario y la educación corre a cargo, con todo respeto, de mercenarios?

¿Qué independencia puede tener un colegio católico para defender su diario cuando es la Consejería de Educación del Gobierno de turno quien paga a sus profesores? Dicen los psicólogos que los niños prestan fidelidad a quien les da de comer (por lo general, la madre). Pues bien, los adultos ofrecen su fidelidad a quien les paga el sueldo a fin de mes. Es una ley biológica y social no totalmente demostrada. Aunque las últimas investigaciones apuntan en esa dirección.

El resultado de un cuarto de siglo de conciertos se deja ver en una anécdota muy clara: en clase de religión, en cierto colegio de salesianos, congregación de egregia historia y mejor pasado que presente, a la que pertenece D. Manuel de Castro, la clase de religión consiste en trabajos como los siguientes: Resume la situación socio-económica de los judíos en tiempos de Jesucristo. Esto es fundamental.

No hombre, no : El problema, el verdadero problema del lío político del otoño, no está en el PSOE, sino en los religiosos-MBA, que en tiempos de San Juan Bosco y de sus sucesores (y de los sucesores de sus sucesores), se dedicaban a administrar sacramentos y formar a los chavales en la doctrina cristiana, y no a cuadrar balances y a vivir de las subvenciones públicas, que siempre son mucho más tiránicas que las limosnas privadas.

El concierto es como conformarse con la cerveza cuando falta el vino. El vino, gran reserva, es el cheque escolar: libertad e inviolable mandato otorgado a los padres (los colegios y los pedagogos que en ellos trabajaban sólo son técnicos especializados que colaboran con los verdaderos educadores: los padres) para decir lo que les venga en gana, de la misma forma que sus retoños decidirán por sí mismos cuando sean adultos. Pero que quede claro que la opción de los cristianos no es el convierto, sino el cheque.

Y ahora vamos con el otro campo. Pronuncia la ministra de Educación de Zapatero, María Jesús San Segundo, la siguiente genialidad progre: la LOE busca el equilibrio entre el derecho de elección de las familias, la igualdad de oportunidades y la programación educativa que corresponde a las Administraciones. Apunten esa frase, grábenla en mármol: es muy posible que, durante el resto de su vida, no encuentren un aforismo capaz de condensar tantas tontunas en tan pocas palabras. De entrada, uno pensaría que la igualdad de oportunidades, en especial entre pobres y ricos, dependía, precisamente, de permitir a los padres elegir el colegio que quisieran para sus hijos. Salvo que por igualdad, la señora ministra entienda complacer a los sindicatos de enseñanza, especialmente a CCOO y UGT, empeñados en que sus afiliados del sector ganen más y trabajen menos, o que se rebaje el nivel educativo de tal forma que todos puedan ser iguales a la hora d aprobar.

Pero lo mejor viene inmediatamente después: la ya recortada libertad, en pro de la igualdad, no me entiendan mal, debe equilibrarse con el respeto a la programación educativa que corresponde a las administraciones.

¿Y por qué corresponde al Gobierno decidir lo que mi hijo debe aprender, el cuándo y el cómo? Pero es que, además: si es el Estado quien marca el programa: ¿dónde queda el ideario?

Eulogio López