Bolsamanía lo ha explicado estupendamente. La agencia de riesgo S&P ha rebajado dos escalones la calificación de Portugal, es decir, de sus emisiones de deuda pública.

Lo hace un día después de que el primer ministro José Sócrates presentara la dimisión porque su ajuste, es decir, el ajuste de cinturón de todos los portugueses, no fue aprobado en el legislativo de Lisboa. Al parecer, los analistas de la firma norteamericana han trabajado mucho esta última noche, se han enfrascado en las estadísticas portuguesas y han tomado una decisión rigurosa, en frío, tras un ponderado estudio.

He aquí un vivo ejemplo de la plutocracia que vivimos: lo que los inefables 'yuppies' sobaescrotos de S&P están diciendo es lo siguiente: si yo te bajo la calificación -porque me da la realísima gana- el Tesoro público portugués, es decir, todos los portugueses, tendrán que pagar más dinero para colocar su deuda. Por tanto, aunque la soberanía popular, representada en la Cámara de Lisboa, haya dicho que no le gusta el apretón que proponía Sócrates, tendrá que hacerlo porque yo, S&P, estoy por encima de dicha soberanía. Es más, quien suceda a Sócrates, con elecciones o sin ellas, tendrá que aprobar el plan de ajuste porque lo digo yo, que no se dónde puñetas está Portugal, creo que al noroeste de Gibraltar, según se mira.

A lo mejor hay que recordar que S&P no ha sido elegido en las urnas y que días antes de que estallara la crisis financiera, otorgaban sobresalientes cum laude a los grandes bancos norteamericanos, todos ellos quebrados. Pero su fiasco no les ha restado un adarme de su poder ni de su prepotencia.

De esta manera, se hace realidad la frase de Giorgios Papandreou, premier griego, que algo sabe de esto, cuando definía lo que está ocurriendo en este Occidente controlado por los plutócratas: "Profecías autocumplidas que se repiten hasta llevar a la quiebra a un Estado".

En definitiva, la especulación financiera, en este caso las agencias de riesgo, que son los guardianes de la fortuna de los ricos, salta por encima de la soberanía nacional y fuerza a los ciudadanos de un país a empobrecerse en favor de los titulares de deuda portuguesa. Y recordemos siempre la clave de la plutocracia financiera: que, una vez cubiertas sus necesidades primarias, aún le queda dinero para invertir en renta fija o variable. En definitiva, el conjunto de los ciudadanos, pobres y ricos, obligados a soltar pasta para mantener la fortuna de los ricos.

Doña Angela Merkel, que representa, mayormente, a esos ricos, se apunta a la plutocracia y trata de darle un par de palmaditas a Sócrates. Asegura que lo importante es que le suceda quien el suceda, que eso poco le importa a ella, deberá aplicar el mismo plan de ajuste vetado por la Asamblea portuguesa. Con ello descubrimos que Merkel manda en Portugal aunque no haya sido elegida en aquel país.

¿Cuál es la alternativa? Que el quebrado quiebre, el modelo islandés. Los políticos y banqueros islandeses comenzaron a ofrecer rentabilidades sin cuento para atraer capitales. Cuando la burbuja estalló, los islandeses hicieron dos cosas: dejaron quebrar sus bancos y mandaron a sus políticos a casa.

Sí, contra el modelo islandés se puede contra-argumentar que Islandia hizo perder su dinero a muchos ahorradores (cuando los plutócratas alegan luchar por el dinero del pueblo hablando de ahorradores, cuando se quitan la careta emplean el término inversores) pero ahora les va muy bien: se han librado de los especuladores políticos y de los especuladores financieros... y no lo pagaron los ciudadanos islandeses.

También se puede decir que eso puede hacerse en Islandia, que es un país pequeño. Pues no, dejar quebrar a bancos o incluso a estados es la única forma de hacer frente a esta crisis... y de enfrentarse a esa corrupción de la democracia llamada plutocracia, que tanta pobreza está provocando. Hay que enfrentarse al chantaje plutócrata.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com