José Antonio Alonso, el nuevo ministro del Interior del Gobierno Zapatero, es leonés. En Asturias, a nuestros vecinos del sur les llamamos cazurros, porque los de León son gente brava y capaz, tenaces y muy, muy, cabezotas. Hay cazurros, gente de bien, no se crean, que darían su brazo izquierdo por quemar una iglesia o ahorcar a un cura. Oiga, cada uno es como es.

 

Quizás por ello no me ha extrañado que el cazurro Alonso haya propuesto vigilar a los imanes de las mezquitas, pero sin olvidar, claro está, el posible fundamentalismo de "otros lugares de culto". Naturalmente, nuestro buen cazurro tenía en mientes a ese cura a quien siempre deseó colgar (y, a lo mejor, no le faltaban motivos para ello, que conste). Recuerden que en todo anticlerical anida un clericalón. Yo estoy seguro que al buen Alonso le "molaría mazo" revisar los sermones de misa de ocho y meter el lápiz rojo. Pero yo le recomendaría que vigilara los confesionarios. ¡Ahí, ahí, es dónde anida el peligro terrorista-católico-integrista! En el silencio de la celda puede conspirarse contra el Estado laico y democrático. ¡Ah, si los confesionarios hablaran! ¡Cuántos golpes de Estado se habrán urdido en la rejilla! ¡Cuántos juramentados habrán aprovechado la oscuridad del templo para conspirar contra el PSOE!

 

De hecho, tampoco hacen falta pruebas. ¿Acaso quienes acuden a las iglesias católicas no son los mismos que practican algo tan poco democrático como el canibalismo, que dice comer el cuerpo y la sangre de un hombre crucificado hace dos mil años? ¿Estos casos de antropofagia no demuestran a las claras la irracionalidad de una iglesia que debe empezar a calificarse de secta? Les digo más, para mí que el fundamentalismo islámico no es el problema: el problema son los curas. ¡Palabra de Alonso!

 

No se rían, porque toda la ofensiva del Zapatismo parece centrarse en este punto: El Cristianismo es una secta formada por gente irracional, casi todos ellos espías del Partido Popular. A partir de ahí, de la irracionalidad del adversario, cualquier barbaridad es posible… en nombre de la democracia.

 

Me dice alguien que la andanada de Alonso, el cazurro, es por el miedo que tienen los socialistas a los púlpitos ante las europeas del 13 de junio. Pero, la verdad, no comprendo por qué razón pueden temer a esos púlpitos, de los que un tanto por ciento elevado no surge otra cosa que una filantropía difusa que podría firmar cualquier editorialista de Jesús Polanco. Y, por otra parte, tampoco parece que la progresía gubernamental tema a la Iglesia: lo suyo es más inquina que canguelo.

 

Eulogio López