Gran expectación por la celebración el pasado domingo de las bodas de oro sacerdotales del cardenal Julián Herranz. La madrileña iglesia de la Concepción en la calle Goya estaba a rebosar a pesar del calor africano. El cardenal Herranz no defraudó. Faltó el ¡dales caña, Julián!, pero hubo apoyo del Papa Benedicto XVI a su preocupación pastoral. No está mal.

Como siempre, la sustancia mediática estuvo en la homilía. El cardenal Herranz aprovechó para denunciar la existencia de una cizaña fundamentalista laica y anticatólica. ¡Bingo! Justo en el clavo. La cizaña genera confusión, ahoga la buena fe junto a la que crece, pero no deja de ser hierba mala. Y el laicismo no es espíritu aconfesional, sino laicismo militante y fundamentalista. Finalmente, el hombre también el relativista- necesita tener una referencia absoluta en su vida. El centro de gravedad permanente al que hacía referencia Franco Battiato.

Para los cristianos ese centro de gravedad es Cristo. Para los mundanos, el mundo, el dinero, la fama, el confort o el poder. Para los laicistas militantes, ese centro de gravedad es su propia militancia. Una nueva religión que es necesario conocer y practicar. La religión de los derechos humanos sin origen, sin causa, sin justificación. Y así es como se explica que la nueva Ley de Educación mantenga la asignatura de ética cívica, ciencia para un mundo contemporáneo, educación para la ciudadanía. No es un bluf. Tampoco son asignaturas por definir como pretende la ministra Sansegundo.

Se trata de un adoctrinamiento en toda regla. Preocupante, porque el laicismo militante y políticamente correcto se ha convertido en la nueva religión. Pero en este caso totalitaria e intransigente. Las crucifixiones de Rocco Boutiglione en Bruselas y de Aquilino Polaino en Madrid, son un buen ejemplo de ello. Y este totalitarismo cultural y político no es mera retórica. Se traduce en el pisoteo de los derechos humanos, comenzando por el de la vida. La presión de la cultura de la muerte puede provocar el aborto forzado, tal y como relata en cartas al director de hoy una mujer uruguaya residente en Vigo.

Pero sigue con el abandono del derecho de educación de los padres, el silencio de lo políticamente incorrecto, el pensamiento único, la ausencia de debate y de libertad de expresión. En resumen: en la muerte de la libertad y por tanto de la vida social. Esa es la de cal. La lechuga de la homilía del cardenal Herranz viene con la defensa de la vida cristiana. "No es verdad, como repiten en España algunos voceros del agnosticismo religioso y del relativismo moral, que la doctrina de Cristo es negativa y represiva, o que la Iglesia católica aparece como una reliquia del pasado", señaló. Nuevo bingo. Porque el agnosticismo militante ha creado una cultura en la que la Iglesia se ha convertido en los coros y danzas, un museo de bellas construcciones arquitectónicas. Y la fe se ha convertido en demasiadas ocasiones en una losa, en una imposición que hace la vida más difícil, que impide lo divertido, que lastra la felicidad. Y en todo esto tenemos demasiada culpa los cristianos, que recibimos una preciosa herencia con pena, que asistimos al culto arrastrando los pies, que vivimos la alegría de ser Hijos de Dios como un funeral. Pero no, no es verdad que nuestra fe sea represiva. Al contrario, nuestro Padre Dios nos ha ofrecido su herencia, nos abre la puerta de la verdadera libertad basada en el amor. Y no vivir esto, es convertir a la Iglesia en un lobby más. Bastante cutre, por cierto.

Luis Losada Pescador