Capello trabaja a medio gas pero no se le puede echar: habría que abonar los 18 millones de euros por tres años. El club puede encontrarse con problema de liquidez: tras comerse la tesorería, intenta ampliar sus líneas bancarias. No se conocen los pormenores de los últimos fichajes y, sobre poco, nadie ha visto el contrato con Mediapro. Por si fuera poco, el patrocinador aprovecha para quebrar. Jurídicamente, no está claro ni tan siquiera que Calderón pueda convocar elecciones. Florentino Pérez le sigue considerando un traidor, pero tampoco desea la vuelta de Villar Mir. Ojo, tampoco se conocen las deudas de la ciudad deportiva Valdebebas

Si el Barça es algo más que un club, el Madrid es mucho más que una ciudad, es casi una ideología. Sólo que como ciudad se ha quedado sin dinero y como ideología se ha quedado sin ideas. El más absoluto caos reina en el club que preside Ramón Calderón, en calidad de interino, aunque él se niega a dimitir.

Al final, en un club de fútbol pesa menos el balance que los goles, y serán las derrotas y las correspondientes pañoladas en el Bernabéu las que decidan el futuro, pero es que el cuadro económico, así como la escala de mando, se ha tornado tan compleja que según las fuentes consultada por Hispanidad hasta es probable que un presidente provisional, como todavía es Calderón, ni tan siquiera puede convocar elecciones. Vaya por delante que, hasta el momento, no tiene ningún interés en hacerlo.

De entrada, el Gabinete de Crisis convocado el pasado lunes, tras la derrota en Riazor, no ha servido para nada. El director deportivo, Pedja Mijatovic ha unido su futuro al del entrenador, Fabio Capello, pero no por casualidad. Lo cierto es que si Capello, quien lo único que busca es jugar al golf en Marbella, no ha sido dimitido es porque el club debería abonarle los 18 millones de su contrato por tres años. Es decir, 12 millones por dos temporadas más lo que no haya cobrado de ésta. Recuerden que Capello exigió cobrar un euro más que el jugador mejor pagado y que su contrato es blindado por toda la duración de su contrato.

Pero él sí que se sabe en línea de salida. Y los jugadores, que pueblan un vestuario enloquecido, rebosante de estrellas caprichosas, no están dispuestos a ponérselo fácil. Ahora mismo, en el Real Madrid queda muy poco madridismo.

Por otra parte, Calderón se mueve en la opacidad más absoluta. Las dimisiones que ha tenido en su Junta Directiva obedecen, entre otras cosas a la falta de información que reciben los directivos, que se quejan de que no conocen la letra menuda de los últimos fichajes y, lo que es más importante, nadie ha visto el contrato con Mediapro. Por si fuera poco, el actual patrocinador BenQ-Siemens, está en quiebra. Por último, nadie sabe, pero todos temen, cuánto queda por pagar de la Ciudad Deportiva Valdebebas, uno de cuyos principales morosos es Obrascón, la constructora de Juan Miguel Villar Mir, el hombre que insiste en arrebatarle la Presidencia a Calderón. A lo mejor es para poder cobrar lo que le deben.

Ahora mismo, Calderón desearía el apoyo de Florentino Pérez, pero éste le continúa considerando un traidor. Desde luego, no tiene el de Villar Mir, y tampoco el de Fernández Tapias, que se supone no puede ser presidente dado que su candidatura, la del joyero Juan Palacios, retiró el aval bancario. Por si fuera poco, la peripecia jurídica del voto por correo va para largo, y ningún club puede aguantar un sumario si los resultados deportivos no responden. El Madrid, menos que ninguno.

Está claro que el madridismo está en quiebra. El Real Madrid, por el momento, se aproxima a la suspensión de pagos. Ha ampliado sus peticiones de endeudamiento con entidades bancarias, por lo que se suponen tensiones de liquidez. Pero Calderón no dimite.