Lo primero: me alegro de que Alfredo Sáenz no entre en prisión y también de que pueda seguir como primer ejecutivo del Grupo Santander, culmen de su carrera bancaria.

Me alegro porque fuimos amigos y porque es un buen banquero. Dicho esto, me asombra la campaña de ditirambos sobre quien acaba de ser condenado. Ejemplo: leo en Expansión que los jueces han demostrado no tener ni idea acerca de lo que estaban juzgando. Hombre, es cierto que los jueces no se enteran, pero si hablamos de jueces del Supremo a lo mejor sí. Además, lo que percibe el español medio, que, por pura casualidad, los ricos siempre salen bien librados de sus cuitas judiciales mientras los tribunales se ensañan con los impecunes, lo que haría realidad la genial definición de justicia de Noel Clarasó: Grupo de señores que se reúnen para decidir cuál de los dos abogados es el mejor. El mejor abogado, que es el que más cobra.

Porque, al parecer, lo que hemos olvidado es que si Olabarría Delclaux -antiguo amigo de Alfredo Sáenz- y sus socios han seguido con el caso hasta el final es porque el juez Estevill les metió en la cárcel de forma preventiva por una discusión sobre deuda y eso fastidia mucho, oiga usted.

El genial Alfonso Ussía llega a más en La Razón, porque pasa de la defensa al ataque. Y es que cuando se toma partido hasta los más insignes cometen fallos de tebeo. Ojo al dato: Lo que se sabe es que por ahí anduvo rondando durante mucho tiempo el ejemplar juez Pascual Estevill. Y conociendo a Alfredo Sáenz no hace falta ser un héroe para intuir en que acera estaba la honradez y por dónde se movía la más abyecta sinvergonzonería.

Hombre, Alfonso, que me parece que te estás equivocando, precisamente de acera y de equipo. Estevill no jugó con Olabarría contra Sáenz sino con Sáenz contra Olabarría, dado que fue el que metió a tres de los socios en chirona durante cinco días, hasta que otro juez les sacó preguntando quién había cometido tal barbaridad.

En resumen, que me alegro de que Sáenz siga en su puesto pero pongamos a cada cual en su lugar: la justicia no puede ser instrumento de venganza frente al poderoso pero tampoco puede ser el siervo del poder. La justicia, al villano como al señor.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com