Izquierda Unida, el partido puntero de mi admirado Gaspar Llamazares exige una ley sobre apostasía. Uno puede apostatar de cualquier cosa, entiéndame, incluso de Izquierda Unida, pero estamos en España, y aquí sólo hay una apostasía: la de la Iglesia católica Y no lo hacen porque sí: lo hacen por fastidiar a los curas, si ustedes me entienden.

El argumento de la Coalición es irrefutable: el Estado tiene que saber quién está inscrito en cada Iglesia, especialmente en la católica, que es de lo que se trata, y el motivo digamos ético, que justificaría tal medida sería, ¡ajajá!, que la inmensa mayoría de los allí presentes fueron bautizados sin su consentimiento. Y eso, convendrán conmigo, es muy grave.

La sesión de apóstatas y jiba-curas considera que nadie debe estar en un registro contra su voluntad. Yo mismo, y dada la situación de mi querido Real Oviedo, he sentido en distintas ocasiones la imperiosa necesidad de apostatar de mi ciudad natal, Oviedo, pero el Registro Civil no me lo permite. Aún han sido más numerosas las ocasiones en las que he pretendido que borren mi residencia en Madrid. Por ejemplo, cada vez que tengo que circular por las faraónicas obras del faraónico alcalde de la Villa y Corte. Sin embargo, me obligan a empadronarme en la capital, sin importarles mi opinión al respecto. Y lo que es peor, me obligan a pagar un impuesto por el hecho de tener una vivienda y otro por el hecho de tener un coche, bienes sobre los que ya he pagado una serie de impuestos al adquirirlos y otro por la renta con la que los adquirí. Si no los pago, me meten en la trena, y si a Gallardón le da por subir dichos impuestos para fastidiarnos con sus obras innecesarias, pero inaugurables, puedo enviar una carta a El País que probablemente no será publicada, porque para eso el precitado alcalde es amigo de la Casa.

Ser bautizado no obliga a nada, porque la religión es una cuestión de amor y compromiso, y todavía no se ha descubierto el fármaco que obligue a la gente a amar algo o a alguien. Sin embargo, mi apostasía municipal no tiene el menor éxito por el momento y Gaspar no ha tenido el detalle de lanzar una proposición de ley al respecto. Quizás porque como político, vive de los impuestos aún más que yo, desequilibrio cuya legitimidad no osaré poner en duda jamás.

La segunda razón, la razón ética, si ustedes me entienden, que ha aportado Izquierda Unida es mucho más grave: se bautiza sin el consentimiento del interesado. Entre otras cosas, porque el catecúmeno suele tener unos días o semanas, y, al parecer, no se le da adecuada para plantearse grandes alternativas. Por ello, lo más sensato, dice don Gaspar, es esperar a que el niño crezca, y una vez sea mayor de edad, haya hecho el servicio militar no, eso no- y se haya licenciado, tenga un par de masters y controle un par de idiomas, será el momento de plantearse preguntas como las siguientes: ¿Existe Dios? ¿Ese Dios es Cristo?

¿Cómo es posible que, situados en el escenario social gasparino, nadie le haya hablando a nuestro licenciado ni de Dios, ni de Cristo, ni la Iglesia ni de moral no tenga nada sobre lo que decidir, salvo quedarse como está.

Sí, de acuerdo, esto es así, pero, con todo, Llamazares no es culpable. Él va a la esencia de las cosas sin caer en esencialismos, claro está- y lo que discute es el principio primero : el niño es libre para discernir a esa edad, no se le debe bautizar. Ya elegirá él cuando sea mayor.

Dicen los católicos, es decir, gente inculta y fanática, que el bautismo otorga vida sobrenatural al chaval y que por tanto, cuanto antes se le bautice, mejor que mejor. Pero, naturalmente, eso es una opinión muy particular, muy respetable, claro, pero que sólo puede ser tenida en cuenta como eso : como una respetable opinión personal, lo que quiere decir que no será tenida en cuenta en forma alguna.

Hay otras decisiones que los padres toman por los hijos sin consultarles, dada su minoría de edad: por ejemplo, les dan de comer quieran o no quieran. No sólo eso, a pesar de los cambios en materia de salud, no les preguntan si quieren ser vacunados, es decir, si quieren que se les introduzcan bacterias en el cuerpo. Ellos dicen que es por su bien, pero también los padres católicos y los curas dicen que es por su bien. Les mantienen las amígdalas sin consultarles, a pesar de que hace 20 años la orden, igualmente coercitiva, era extirpárselas. Desde los tres años, a veces antes, los padres les obligan a ir a la escuela. No se les ocurre preguntarles -¡Ah pérfidos!- si tal es su deseo, aunque saben perfectamente que no lo es. La cantidad de decisiones que los padres asumen por sus hijos son inconmensurables. Por ejemplo, le asignan un nombre al poco de nacer, y el Estado no le permite cambiarlo aunque se trate de un nombre odioso y provoque feroces crisis de identidad en el portador.

No contentos con obligarles a levantarse cada mañana para ir al colegio, los padres, sin tan siquiera consular, elaboran todo un código de obligaciones y prohibiciones, de mandamientos y vetos: les indican cómo deben hablar, a qué hora deben volver a casa, de cuánto dinero pueden disponer, a quien deben evitar, las normas de circulación, siempre horrorosas, los deportes y actividades extraescolares que deben cubrir, dónde van de vacaciones y un sinfín de normas que acaban por volver demente al pobre educando.

Sobre todas estas cuestiones, seguramente por falta de tiempo, Izquierda Unida no habla en su proposición de ley, que cuenta con el entusiasmo inicial del PSOE, en nombre del diálogo y el talante, claro está. Sin embargo, ante el fanatismo de los padres católicos, que permiten que, sin consentimiento alguno por parte del bebé, un cura vierta unas gotas de agua sobre la cabeza de niño con el inminente peligro de muerte por neumonía- Izquierda Unida debía adoptar una actitud valiente y decidida, plena de coraje: la apostasía registrada.

Esta es una de las paradojas de la cristofobia actual. El anticlerical de la II República, se daba a quemar templos y conventos y a fusilar clérigos y monjas. No voy a justificarlo del todo, pero el asunto tenía su lógica. Sin embargo, al miliciano del Madrid de la Checas no era tan hortera como para defender el derecho a apostatar. Los milicianos defendían su inalienable derecho a matar curas y católicos en general, todos ellos aliados de la plutocracia explotadora, actividad mucho más práctica y resolutiva. Pero su sucesor, el progre de hoy, que es algo parecido a un tigre de Bengala procreando un osito panda.

Porque claro, si el bautismo es una coña, si la vida de gracia no existe, el pecado original tampoco, y no se le quita la mancha al bebé porque nunca la ha tenido, si no existe el perdón de los pecados por la redención de Cristo, si todo es artificio y engaño : ¿qué más da que algunos padres fundamentalistas se empeñen en bautizar a sus hijos sin el consentimiento de estos. Cuando sean mayores serán lo suficientemente racionales como para prescindir de toda la farfolla clerical y dedicarse a cosa útiles. Qué se yo : la banca o algo parecido.

Mientras, nada de ley pro-apostasía: olvidémonos de los hombres de negro de sotana negra, digo- y dediquémonos a otras cuestiones mucho más primarias pero sinceras. Por ejemplo, incendiar monasterios, que eso sí que mola. Porque en un cuarto de siglo la progresía ha pasado del prohibido prohibir a todo está prohibido y ordenado salvo honrar al Creador. En este punto, somos totalmente libres.

Y conste que en Izquierda Unida no lo hacen con mala intención. Sólo es por fastidiar.

Eulogio López