Michael OBrien ha publicado, que yo sepa, tres libros en castellano, las tres obras de ese editor distinto que es Alex Rosal (Libros Libres): El Padre Elías, El librero de Varsovia y La última escapada. Sobresaliente el primero, aprobado el segundo notable el tercero. El Padre Elías nos habla del fin del mundo, en lo que ahora los ricos llaman sinfonía coral. Nadie ha recogido el ambiente milenarista como él. Hablo de atmósfera. Si me refiriera a los hechos del llamado fin del mundo o, mejor llamado, Juicio de las Naciones, Hugo Wast le superaría con su 666 y si hablo de espíritu milenarista seguramente la palma se la llevaría Robert Benson, con su Señor del Mundo, y el triunfo de la Iglesia en Alba triunfante (ambos de otro editor a tener en cuenta: Javier Paredes, de Homo Legens) mientras la medalla de oro de la exégesis ensayística sobre la Parusía, corresponde, naturalmente a la trilogía de Castellani.

Pero volvamos a OBrien: El Librero de Varsovia sólo merece aprobado por su lentitud pero es, sin duda, la obra donde mejor se refleja la descomposición del homosexual, la degeneración manflorita, verdadero ácido corrosivo del ser humano. Es OBrien un escritor con una capacidad demostrada para describir el mal, un trabajo áspero pero necesario.

La última escapada, su última obra publicada en España, redondea una característica literaria de OBrien: su genio para mostrarnos el ambiente de normalidad el que se desarrolla actualmente la inmoralidad, en esta etapa fin de ciclo -tan temido por unos y tan anhelado por otros-. Sobre todo, porque el común denominador de todas las obras de OBrien consiste en su capacidad para horadar la normalidad. No vivimos tiempos de conspiraciones sino de consensos, donde la tiranía de las mayorías esclaviza al individuo según el principio, primero y único, de que la masa no piensa.

Pero hasta los consensos necesitan un origen personal, porque todo en el mundo lo hacen espíritus racionales. ¿Cuál es la cabeza pensante que rige esos consensos, que conduce a esas turbamultas políticamente correctas? El Señor del Mundo, naturalmente. Esa es la grandeza de OBrien: describir una tiranía disfrazada de libertad, y a unos esclavos que lo son en grado sumo, precisamente porque se creen libres. El protagonista de La última escapada ni tan siquiera es creyente: no lo necesita para mostrarnos la gran estafa.

Alfa y Omega, el semanario religioso que se vende los jueves con ABC, realizado por el Obispado de Madrid, ha acertado plenamente con la entrevista que le dedica en su número del 30 de julio al autor canadiense. No tiene desperdicio nada de lo que cuenta, pero reparen en esta pregunta:

- Europa ve a Obama como un Mesías que solucionará nuestros problemas. En el Padre Elías, usted alerta sobre un político así, que resultará el Anticristo

- Obama es un icono trasnacional del líder: gran solucionador de problemas insolubles, reconciliador de tensiones irreconciliables, curandero del mundo, creador de la paz, ecologista, humanista laico y religioso sincretista. Es un laico mesiánico. No sé si Obama es una figura del Anticristo, pero está fuera de toda duda que sus políticas de lucha contra la vida están en el Reino del espíritu del Anticristo. 

Decíamos ayer que Obama llevaba las marcas del Anticristo. Yo no sé si es el Anticristo porque, al maestro Castellani me remito, nadie sabe si el Anticristo y su pareja, la bestia del mar, son una persona, una institución o una doctrina. Lo que sí sé es que dos de las marcas señaladas por OBrien sobre Obama son apuntadas por otro: pacifista aclamado por todos los pueblos, obsesión antivida, que es su obsesión anti-persona y, la que quizás me parece la más importante de todas, sincretismo religioso, verdadera marca primera del Anticristo, sea fenómeno social o individuo particular.

Sí, ya somos más los que pensamos en las marcas del Anticristo del alabado Obama, el ídolo de Zapatero. Y no es de extrañar, ZP no tiene las marcas del anticristo, se queda en anti-Rouco.

Eulogio López

Eulogio@hispanidad.com