El problema de la fecundación asistida es que se presenta como un éxito de la vida cuando lo único que provoca son muertes. Ya tenemos hasta una feria de la FIV -Invitra- para presumir de que el 40% de los casos de fecundación en cristal se perpetran en España.

Insisto: la FIV no es más que el proceso de inyectar, de hormonar a una mujer, tal como se hace con las vacas y los cerdos, para que produzca óvulos en manada, de forma antinatural.

Luego se mezcla esperma masculino, producto de unas cuantas masturbaciones -también muy natural- y que puede ser de la pareja de la susodicha o de cualquier otro.

Así se consiguen embriones humanos, parte de los cuales se meten en la nevera -para la ciencia y esas cosas- y parte se le introducen a la señora por salva sea la parte.

Si el embarazo es múltiple, se aborta a los menos aptos en un proceso de indiscutible validez científica, dado que se trata de la supervivencia del ser humano más fuerte y la condena al patíbulo de los débiles.

O sea, una verdadera orgía homicida que celebramos como un canto a la vida. ¡Qué grandes somos! Caminamos hacia un futuro -casi presente- de sexo sin concepción y concepción sin sexo.

De paso, nos hemos convertido en los grandes productores de embriones humanos utilizados como cobayas de laboratorio. Somos los nuevos Mengele.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com