Las mundialmente populares series CSI trascienden la ficción para colarse en la realidad del crimen y su castigo. Ha ocurrido ya en Estados Unidos, que vive en estos momentos una mediática polémica entre jueces, fiscales y policía. El efecto CSI está en el centro de la polémica. Sus expectativas poco realistas sobre lo que la ciencia forense puede o no puede aportar en un caso penal, ha provocado que la juez Patricia Oney incluya entre las instrucciones a sus jurados en Ohio la estricta prohibición de ver series como CSI durante su tiempo de servicio público. Les reprocha que estén implantando la errónea noción de que la criminología es una ciencia rápida, infalible y absolutamente determinante a la hora de corroborar culpabilidad o inocencia. Robert Hirschhorn, especialista en seleccionar jurados, explica que no hace mucho "hablar de ciencia en un tribunal era como hablar de geometría, una forma asegurada de no contar con la atención del jurado. Ahora, con esta obsesión televisiva, uno puede hablar sobre evidencias científicas y observar la fascinación en sus caras". Su influencia es patente "en jurados que van a tener esta información, o lo que creen que es información, en sus mentes a la hora de emitir un veredicto", añade Paul Walsh, presidente de la Asociación Nacional de Fiscales de Distrito. Otra vertiente negativa del efecto CSI es que tanta divulgación televisiva de cuestiones -como el uso de lejía para destruir rastros genéticos- sirva también como educación para criminales a la hora de evadir sus responsabilidades penales. Clemente Ferrer Roselló clementeferrer@yahoo.es