Sandra Moneo, secretaria nacional de Educación del Partido Popular no es ni mejor ni peor que sus correligionarios.

Es la mandamás del PP en materia educativa por lo que no manda mucho en la formación. En términos empresariales, diríamos que no está en el corporativo, o sea, en la almendra. Moneo nos ha soltado todo esto sobre las reformas educativas que el país necesita, en clave, digo, centro reformista, que consiste como toda adoración política, en solemnizar lo obvio.

Una educación de calidad: lógico. ¿Quién no desea una educación de calidad? Ahora bien, ¿quién decide qué es una educación de calidad? ¿La CONCAPA o la CEAPA? ¿Los profesores o los alumnos? ¿Los colegios privados o los públicos? La educación se ha convertido en un negocio o en una burocracia y tanto el mercado como el funcionariado viven del dinero. ¿Quién paga? El Estado, pues el que manda. ¿Quién es el Estado? El Gobierno de turno. Pues ese es el que impone ideario, calidad y lo que ustedes desean.

Más concreta resulta la aportación de Moneo en el sentido de que los padres deben poder decidir la educación que ofrecen a sus hijos. Pues mire, señora, sólo hay una forma de dar forma a ese derecho: el cheque escolar. Los protagonistas de la educación no son los profesores, son los padres. Todo debe girar alrededor de ello y del propio sujeto educativo, el hijo, cuando esté perdonado para decidir por sí mismo. Y eso sólo se consigue cuando se les otorga el poder a los padres, cuando se les ofrece el bono escolar para llevar a sus hijos al centro que les plazca y, ojo, también para castigar al colegio malo, o que no complementa, según sus convicciones, la educación que reciben en casa. Pero el que paga, manda, y si paga el Estado -con nuestro dinero, claro- entonces es el Gobierno quien manda. Ejemplo: los padres alemanes encarcelados por negarse a que sus hijos se conviertan en aprendices de violadores y sus hijas en aprendices de golfas y todos ellos en obsesos sexuales, según la educación que reciben en el colegio. Si el PP quiere cambiar y dar respuesta a los anhelos de una educación y una instrucción mejores, de calidad, sólo tiene que prometer el cheque escolar.

¿Que los centros rindan cuentas por su labor? Sí, pero a sus padres. Lo que el PP propone es que las rindan al Gobierno, que ellos esperan ocupar en breve.

El centro reformismo maneja criterios como los de tolerancia. Ya he dicho que esto de la tolerancia es palabra rancia y casposa. A los seres humanos no se les tolera, se les respeta. Tolerar es no injuriar a quien no piensa como tú, es decir, era urbanidad. Respetar es intentar ver la parte de verdad que seguramente, aunque sea un adarme, existe en el adversario, respetar es prejuzgar y no utilizar al prójimo. Un principio mucho más noble.

En el discurso de Moneo alienta otra nota centro-reformista. Se habla de calidad, no de libertad. Es decir, se habla de asepsia en el ideario. Ahora bien no hay ideología más castrante que la ausencia de ideología. Publicábamos en nuestra anterior edición el caso del International College of Spain, el más caro de España, donde el ideario habla de tolerancia hacia todos los credos religiosos. Ya ven ustedes en donde acaba la tolerancia. Cuando, al final, un cafre adolescente ofende gravemente con el habitual surtido de tópicos propio de la edad, cuando convierte a curas y monjas en cerdos, el director se enerva e invoca la libertad de expresión. No me extraña que muchos padres se planteen seriamente educar a los hijos en su propia casa, aunque esta vía, que condena a los primogenitores al pluriempleo, también intentan cerrarla en España los tribunales. El home Schelling es peligroso: puede hacer libres a las familias. Y eso no se puede consentir.

A ver si nos entendemos: el pluralismo  -político, informativo o educativo- no es que esa organización albergue en su seno a los que defienden un modelo y a los que defienden el contrario: eso es esquizofrenia. Pluralismo educativo consiste en que cada cual pueda elegir el colegio acorde con sus convicciones y que el colego deje claro cuál es el tipo de educación que va a ofrecer. Vamos, que no engañe a los padres.

El centro-reformismo se deja llevar por el principio progre de la libertad educativa. Ahora bien, la libertad educativa es una contradicción in terminis. Porque si a los niños se les diera libertad, el 99% de los mismos elegiría no ser educado en modo alguno y pasarse el día rompiendo cristales, una actividad llena de encanto. No se lo reprocho: el 1 por 100 restante son los niños tontos. Al niño se le obliga a ser educado con el sano objetivo de que no se convierta en un cafre.

Eulogio López

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