• Según el presidente saliente de la Comisión Europea, la Doctrina Social de la Iglesia se parece a la Economía Social de Mercado de la UE. ¿No sería al revés
  • Pero Europa no es religiosa sino secular: por eso, el cristianismo forma parte de Europa pero el iluminismo también.
  • Al final, el portugués José Manuel Durao defiende la eurocracia y descalifica a todo aquel que no sigue los dictados de Bruselas.

El todavía presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso (en la imagen), ha inaugurado en Santander el Curso de la Universidad Menéndez Pelayo (UIMP) que organiza la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE). Durao llegó rodeado de una cohorte de guardaespaldas que se enfrentaron a las cámaras y los fotógrafos, mientras el rector de la UIMP, César Nombela, intentaba capear el temporal para que el acto, mitad académico mitad periodístico, no acabara de forma antipática.

En su intervención Durao hizo referencia, una y otra vez, a los 'valores' de la Unión Europea. Por eso, Hispanidad le preguntó si, como muchos pretenden, la Unión Europea ha dejado de ser cristiana, porque, que se sepa, Europa es una creación del cristianismo y los valores europeos no son más que valores cristianos, los mismos que inspiraron el sacro Imperio Romano Germánico.

Y ahí es don José Manuel advierte "no estar seguro de haber comprendido su pregunta". Con lo sencilla que era la cosa. 

La respuesta comienza con un elenco amplio, quizás demasiado amplio, de Durao, sobre las doctrinas que han construido Europa: "No se puede negar que el cristianismo está en el origen de Europa", asevera, aunque a renglón seguido, matiza: "bueno, más bien diría el judeocristianimo". Y luego, ya en carrerilla para diluir la indeseable impronta cristiana de Europa, nos comenta que junto al cristianismo, Europa también se alimenta de valores de Grecia y Roma -valores clásicos-, del Renacimiento, del Iluminismo (será ilustración, señor Durao) y de no sé cuántas cosas más. Está claro por qué Durao se ha ganado la fama de masoncete que tiene. Como buen ilustrado, practica el vuelo rasante, eclecticismo de salón y poca, muy poca, definición.

Este es el hombre que ha liderado Europa durante diez años. Él mismo recuerda que, durante esa década, "la UE ha sufrido turbulencias sin precedentes… He trabajado en permanente situación de crisis". Es una crisis nueva, de gran calado, en que Durao reconoce que ya "se discute Europa misma".

Se justifica así: "En 2004, ampliación a Europa del este y del Mediterráneo oriental. Hasta entonces éramos 15, ahora somos 28". No se logró el Tratado Constitucional (2005) y se sustituyó por un poco popular, hecho en las alturas, Tratado de Lisboa (2009). Y encima, desde 2008, crisis de deuda financiera, económica y social. Y también crisis política.

A la postre, el chico es optimista: "Las fuerzas centrípetas se han impuesto a la centrífugas pero a costa de una fractura social y una tasa de paro que es el más grave problema de Europa". Y, naturalmente, la culpa no la tienen los burócratas europeos, o sea, él mismo, sino que identifica la crítica a Bruselas con la "xenofobia".

Hay que reconocerle sinceridad a Durao cuando habla sin ambages del Nuevo Orden Mundial (NOM) que se está fraguado. Y, para dejar clara su impronta masoncilla, Durao insiste en que la globalización es buena, en que Europa es parte de esa globalización y los enemigos son, ojo al dato, el "fundamentalismo religioso, el cambio climático y las economías emergentes". Se lo traduzco: el cristianismo, la utilización del fraude del calentamiento global para fomentar la contracepción, y la explotación laboral en las economías emergentes que tomamos como modelos de justicia social. etc.

Durao es todo un eurócrata. Por una parte, no cree posible que en Europa se firme una declaración de independencia como en Filadelfia, no cree en una Constitución Europea, pero sí en una especie de proceso continuo, que él califica de reformista. En otras palabras, asegura que el Estado-nación no puede suplir al ciudadano pero se niega a construir Europa. Es decir, quiere la Europa de los líderes nacionales y de los eurócratas bruselinos.

Y con eso pretende crear un nuevo sentimiento de identidad europea. Para recuperar la confianza de los ciudadanos, asegura.

Más acertada anda con el análisis de la crisis. Buena culpa la achaca Durao a la obsesión por "esconder la crisis con emisiones de deuda pública", vamos, con una burbuja de deuda pública. Ahí anda cargado de razón. Pero sólo se le ocurre hacerle frente con ajustes.

Durao confunde el principio de subsidiariedad de la Doctrina Social de la Iglesia, con el "modelo social único europeo, el del Estado del Bienestar". De hecho, no comprende que el principio de subsidiariedad vale tanto para las relaciones entre particulares y Estado como para las relaciones entre estados-nación y Bruselas.

Por eso, ante la pregunta de Hispanidad responde con un largo circunloquio que revela una cierta falta de coherencia mental. Allá va: "Los principios cristianos son parte integrante de los valores europeos… Europa es el producto de la tradición judeocristiana, más Grecia y Roma, Renacimiento, Iluminismo… Jerusalén y Roma están entrelazadas con la economía social de mercado… Está muy cerca de la Doctrina Social de la Iglesia. Pero Europa no es religiosa, es secular… La herencia cristiana forma parte del patrimonio conceptual de Europa… La libertad individual es fundamental y que entiende que hay valores de justicia social". La gallina.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com