Ya he recordado en estas pantallas la diferencia entre cristianos y democristianos: el cristiano corre delante de los leones y el democristiano detrás. Bien sea porque azuza al bicho contra el cristiano o porque el león le tiene mucho miedo.

Con motivo de la entrada en vigor del Estatut catalán, Josep Antoni Duran i Lleida, máximo responsable de Unió Democràtica de Catalunya (UDC) ha sido entrevistado en Onda Cero, a las 9 de la mañana del miércoles 9. Los democristianos siempre han sido gente flexible, o al menos lo han sido desde que comenzó el proceso de degeneración profunda de aquellos demócrata-cristianos que fundaron la Unión Europea como Schumann, De Gasperi, Adenauer, etc, unos tipos que simplemente eran demócratas y cristianos. Pero eran otros tiempos. Ahora mismo, ni los democristianos del Partido Popular ni los catalanes integrados en el nacionalismo convergente son gentes dispuestas a vivir sus ideas cristianas en política y sospecho que en ningún otro escenario. Y sin ánimo de ser tan duro, lo único que les falta a estos muchachos es lo que dice el evangelio que se ha leído el día 9 en todas las iglesias católicas del mundo (Mt. 10, 28-33):Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante el Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.

Recojamos las dos perlas pronunciadas en la mencionada entrevista por Durán i Lleida. La primera referente al famoso Título I del Estatut referido a derechos y libertades. Según D. Josep Antoni dicho título no le provoca ningún problema de conciencia y eso es algo que uno estaría dispuesto a jurar ante la Sagrada Biblia. Es más, el insigne democristiano pone como ejemplo la eutanasia, que no sería posible aplicarla porque habría que cambar el Código Penal. En eso estamos de acuerdo. El capítulo de derechos y libertades es algo que los estatutos de autonomía sólo pueden desarrollar dado que son universales. Es más, en puridad, la Constitución no proclama tales derechos, simplemente los recoge. Ahora bien, dejando a un lado la pregunta que viene a las mientes si los derechos y libertades no son competencia de un estatuto : ¿Para qué puñetas existe el Título I?-, Durán i Lleida sabe que en ese título cabe el aborto, la eutanasia, y el gaymonio, además de permitir que sea el Gobierno de turno quien decida cuáles son los derechos humanos y qué lo políticamente correcto. Porque lo malo del Estatut no es que sea más o menos independentista, sino que es una norma susceptible de convertir a Cataluña en una dictadura donde se atente contra derechos civiles básicos.

La otra perla del hombre que aspira a convertirse en ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de España es cuando afirma que el Estatut aprobado no es más que un jalón en el proceso de autonomía. O sea que esto no ha acabado aquí y que los nacionalistas no se conforman con lo concedido. La verdad es que si un partido nacionalista se conformase con lo concedido debería disolverse porque dejaría de tener razón de ser. Cada vez son más los españoles conscientes de que las reivindicaciones nacionalistas no tienen otro objeto que multiplicar los cargos públicos, a ser posible bien pagados, a costa de multiplicar instituciones por áreas geográficas y el número de cargos públicos que trabajan en ellas. Dicho de otra forma, los nacionalismos constituyen el vivo reflejo de la más famosa ley de Parkinson: la eficacia de una institución pública es inversamente proporcional al número de funcionarios que trabajan en ella.

Ahora bien, los nacionalistas catalanes o vascos, deberían saber que lo que les hace tan odiosos en el resto de España no son sus ansias de autodeterminación, sino su desprecio a todos los que no son catalanes o vascos. A nadie le gusta vivir con un vecino que, de continuo, manifiesta su horror por sentirse cerca de nosotros.

Eulogio López