Este  acercamiento cinematográfico, dirigido por Gary Shore, tiene como novedad que  recuerda la figura real de Vlad Tepes, más conocido como "el Empalador", un cruel pero valiente personaje histórico que detuvo en las fronteras de su país (Transilvania)  el avance otomano por Europa, y cuyas costumbres  sanguinarias sirvieron  de inspiración al irlandés Stoker.

Así, esta nueva entrega, destinada a un público adolescente y juvenil, juega  a mezclar la realidad histórica con la ficción literaria y la fantasía  en un "tótum revolútum" entretenido pero algo lioso. O lo que es lo mismo, se narran  algunos episodios trágicos de la vida real de Vlad (marcada por su enfrentamiento a los temibles turcos) mezclados con elementos fantásticos que intentan explicar el motivo de su conversión en vampiro, en este caso por un objetivo tan romántico (y elogiable)  como la salvación de su familia y de su pueblo porque, como precisa, "los hombres no temen a las espadas sino a los Monstruos".

Esta singular combinación  convierte a esta película en un producto curioso. Por un lado, apuesta por un relato épico desde el momento en que Vlad es un antihéroe capaz de pelear con miles de enemigos en el campo de batalla gracias a sus superpoderes vampíricos mientras que, por otro, enlaza con los cuentos góticos en la faceta de que este príncipe negro logra ser invencible tras vender  su alma  y convertirse en vampiro "chupasangres".

Una acertada y oscura puesta en escena, que recuerda visualmente películas como El señor de los anillos; un maquillaje impresionante (merece la pena reparar detenidamente en lo bien que están recreadas las transformaciones físicas del personaje principal) y unas escenas de acción, bien orquestadas, logran que Drácula: La leyenda jamás contada sea una película ágil, que nunca aburre pero muy irregular argumentalmente.

El actor Luke Evans, al que veremos próximamente en la tercera entrega de El hobbit en su papel de El Bardo, realiza un convincente trabajo metiéndose en la piel de Vlad, un hombre atormentado pero capaz de sacrificarse por sus seres queridos, lo que, de alguna manera,  muestra la faceta más humana y más heroica que nunca se había visto de Vlad Dracul (palabra que en rumano significa "Demonio").

Para: Adolescentes a los que no les importe mezclar la realidad histórica con la ficción