Sr. Director:

La muerte de Su Santidad el Papa Juan Pablo II ha hecho callar momentáneamente a muchos en una señal de lo que me gustaría interpretar como respeto ante una figura de una talla moral indiscutible.  Digo me gustaría, no que sea.

Si el pueblo católico le llora porque nos deja huérfanos no podemos dejar de agradecer a Dios el impresionante regalo que estos años de papado han supuesto para el mundo, la Iglesia y cada uno de nosotros. Yo así lo sient sacerdote 100%, Papa y por lo tanto muy papá, algo a veces difícil de explicar a las nuevas generaciones que tan sin padre se están criando.

Pero el momentáneo respeto del día de hoy (no durará mucho más) ante la vida y también la muerte ejemplar de quien por seguro está gozando en el Cielo no puede hacernos olvidar que el demonio está activo, muy activo.

Y que nuestras oraciones, si no ya por el Papa (que  directo, con la Virgen y en sábado,  se ha ido al Cielo por la promesa del escapulario y, aunque no la tuviéramos, es evidente), deben continuar sin cesar ante lo que se nos puede avecinar.  No tengáis miedo, por supuesto. Las puertas del Infierno no prevalecerán. Dos mil años de Iglesia y más, con éste y con quien venga. Así es.

Pero a la vez, por favor, no nos olvidemos de los muchos demonios que andan sueltos, rondando, rondándonos también y haciendo horas extras.  Busquemos ya como intercesor a tan buen pastor que hemos tenido para que él nos ayude en su sucesor y en el trabajo que todos como Iglesia tenemos que hacer, cada uno.

Aurora Pimentel Igea

aurorapimentel@agoragestion.com