Sr. Director:
Uno de estos días, la Corte, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, estudia las denuncias de cuatro cristianos británicos que han sufrido problemas laborales por fidelidad a su conciencia.

Se trata de una azafata, despedida por negarse a ocultar un crucifijo al cuello, y de una enfermera que tuvo un problema similar. Los otros dos casos son el de una funcionaria que se negó a inscribir a una pareja del mismo sexo, y el de un consejero matrimonial que rehusó atender a este tipo de parejas.

El Tribunal ha decidido estudiar las cuatro denuncias de forma conjunta. Esto sucede en un contexto de creciente intromisión de los Estados en Occidente en temas de moral. La pregunta es dónde están los límites.

Pedro J. Piqueras Ibáñez