Sr. Director:
El campo anda revolucionado. Y con razón, ya que cada vez son más los agricultores que han de abandonar sus tierras porque su cultivo ya no les da para malvivir.

 

Y el asunto tiene mala solución mientras el margen bruto que obtienen los que venden sus productos al consumidor, sea entre dos y cinco veces el precio que se paga por los  mismos al productor, el cual tiene muchos más gastos y riesgos. Y el Gobierno no hace nada por remediarlo.

El sector agrario no  puede estar regulado únicamente por la dinámica del mercado; entre otras razones por su importancia ecológica. Los cultivos agrícolas, gracias a la función clorofílica y la producción de biomasa, generan por unidad de superficie tres veces más oxígeno que los bosques.

La transpiración que realizan las plantas es el sistema de depuración de las aguas superficiales más potente y eficaz que existe. Y los campos cultivados son el mejor cortafuegos  para evitar la extensión de los incendios forestales. De la agricultura de un país nos beneficiamos todos, aunque no consumamos sus productos.

Un Gobierno progresista y con sensibilidad ecológica, como presume ser el nuestro, no puede quedarse indiferente ante la desertización de nuestro campo.

Federico Gómez Pardo