Lo cuenta Actualidad Económica: una encuesta entre directivos españoles revela que el ejecutivo más admirado de España es Emilio Botín, presidente del Santander. Son muchas las cosas que no me gustan de Botín, por ejemplo, su aceptación amoral he dicho amoral, no inmoral- de los mercados financieros como si fueran ley indiscutible.

Botín no se cuestiona la realidad: simplemente actúa en ella, no pretende cambiar el mundo, pretende cambiar su banco. Y eso no me gusta. En esa realidad que él maneja, hay una margen de maniobra para que el pez grande se coma al chico, y él es un pez grande, de apetito voraz. Dicho de otra forma, el objetivo vital de un empresario no puede ser crecer, sino servir al público, que no es lo mismo; el objetivo vital de una empresa no puede ser la eficiencia sino el bien común. La eficiencia puede ser un medio, nunca un fin. De otra forma, el crecimiento empresarial termina en abuso del pequeño y de los particulares, además de impedir la igualdad de oportunidades de todos. Se lo diré de otra forma: ¿A alguno de ustedes le interesaría tener de enemigo a don Emilio? Porque todos sabemos que Botín no tiene adversarios, sólo enemigos y que si se trata de pelear embiste como un victorino.

También es culpable don Emilio, el más culpable, de los casos de apalancamiento crediticio surgidos en España. Algunos de esos casos han puesto a empresas estratégicas, de sectores más estratégicos que el bancario, contra las cuerdas. Por decirlo de otra forma, Botín actúa como si la banca fuera neutra pero no lo es. No sé si estas precisiones han sido valoradas por quienes le han votado, pero conviene reseñarlas.

Dicho esto, hay dos cosas que sí me gustan de Emilio Botín: la ausencia de pedantería y la ausencia de complejos. Botín comprende sus limitaciones intelectuales y no tiene vocación ni científica, ni universitaria ni periodística: laus Deo.

Y como no es pedante, es sencillo, por lo que no ha sido atacado por el virus más habitual entre los españoles en general y los empresarios españoles en particular: el complejo de inferioridad.

A Botín le importa un bledo su macarrónico inglés en la City londinenses o en la neoyorquina. Es él quien les da lecciones de banca porque sabe más que ellos (y es cierto, salvo en la especialidad anglosajona, que es la especulación financiera). No necesita rendir pleitesía a los anglosajones, pedantes hasta la médula. Su fuerza es su dinero, o el dinero de los demás que maneja, si ustedes me lo permiten. Y no le asustan las grandes plazas financieras ni los prohombres políticos: sabe que ellos pasarán y que él permanecerá, sean anglo, franco o chino-parlantes.

Por cierto, interesantísimo el aporte de Actualidad Económica: asegura el mensual que cuando su padre, el alabado Emilio Botín López se retiró en 1986, el beneficio del banco era de 100 millones de euros. Hoy, con su hijo el que no iba ser capaz de mantener el imperio e su progenitor- el Santander gana 8.943 millones de euros, o sea 90 veces más.

Mérito de Emilio Botín Ríos, ciertamente, pero también reflejo terrorífico de en lo que se ha convertido la economía del siglo XXI: en una burbuja especulativa global capaz de provocar desastres globales. O sea, como el de ahora mismo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com