Yo entiendo muy poco de la situación económica en el mundo, pero me parece evidente que no podrá durar mucho tiempo. Para empezar, existe la contradicción de la deuda de los estados que viven en situaciones paradójicas, gastando dinero y siendo garantes del dinero por una parte, y por otra, están en bancarrota debido a las cifras de la deuda. También está la deuda norte-sur. Todo esto manifiesta que estamos viviendo en un proceso que es una auténtica red de ficciones y de contradicciones que, evidentemente, no pueden continuar durante mucho tiempo.

Se admiten apuestas: ¿quién ha pronunciado esa frase? La respuesta es Benedicto XVI, años antes de ser elegido Papa (La Sal de la Tierra. Quién es y cómo piensa Benedicto XVI)

Hay que ser un profano, un profano inteligente, para disparar al centro de la cuestión. No sé si el cardenal Joseph Ratzinger sabe de economía, pero ha dado en la diana. En efecto, toda la economía mundial podría resumirse en la frase ya citada en estas pantallas: Vivimos sobre un océano de liquidez. Lo que es tanto como decir: vivimos en una bolsa especulativa, en una burbuja que crece y crece. Dicho de otra forma. ¿Cómo es posible que los países, ricos y pobres, vivan de una deuda pública siempre creciente. España adeuda cerca del 60% de todo lo que produce, y es un país de los que se considera cómodo, con su nivel de endeudamiento. Si una familia o un particular adeudaran diez veces menos el 6% de todo lo que produce, que no es todo lo que ingresa- estaría haciendo cola en el albergue municipal para vagabundos. El banco ya le habría embargado hasta la camisa. Entonces, ¿cómo se mantiene este tinglado de la antigua farsa, que lleva rotando al menos desde el final del II Guerra Mundial? Pues con las guerras y la crisis social, naturalmente. El Estado se endeuda y se endeuda hasta que la burbuja estalla en forma de guerra o en forma de crisis social. Y el que pierde no es el Estado, naturalmente, sino los particulares.

Terminada la guerra civil española, el dinero de la República se convirtió en papel mojado. La crisis de la deuda argentina se resolvió con la pesificación: lo que valía 4, paso a valer uno. Y vuelta a empezar. Efectivamente, es la deuda pública. La invisible deuda pública, lo que mueve el mundo. Sin embargo, la deuda es dinero de los demás, así que los políticos tiran con pólvora del Rey, y los especuladores privados juegan con esa deuda para comprar y venderla una y otra vez. Son como dice el Papa, los garantes del dinero los que dilapidan y devalúan. Pero nunca es dinero suyo : es de los particulares o de todos; en cualquier caso, dinero ajeno. Y esa red de ficciones se mantiene, hasta que todo estalla en mil pedazos.

Hasta ahí el diagnóstico, pero ¿cuál es la terapia? ¿Cómo corregir el rumbo? Nos lo apunta ese mismo señor que no entiende de Economía, razón por la que, entiendo, debe poseer un gran sentido común: Esas correcciones tan necesarias no se consiguen dictando disposiciones ni dando órdenes de Gobierno. Y esta es la prueba más dura de las sociedades. Todos hemos de aprender que, en la vida, no se puede tener todo lo que se desea, y deberíamos estar dispuestos a bajar un escalón, al menos, del nivel que ya hayamos adquirido. Tenemos que abandonar esa actitud de defensa de nuestros derechos y nuestras reivindicaciones. Y para ese cambio es necesario que también cambiemos en nuestro interior, que sepamos renunciar a ciertas cosas pensando en lo demás, en el futuro, y ese será el verdadero banco de prueba para nuestros sistemas.

O sea, que, al final toda la ciencia económica se resume en el concepto mágico que soluciona políticas económicas y empresas: austeridad y generosidad. Es la fórmula mágica. Porque, lo que está claro es que, en 2005, la burbuja especulativa está, una vez más, muy crecidita.

Eulogio López