Por si alguien lo desconoce, Manos Unidas es la institución de la Iglesia Católica responsable de las campañas contra el hambre y demás actividades en el exterior. En otras palabras, viene a ser como el Foreign Office de Caritas, si ustedes me entienden.

Se supone que lo que tiene que hacer es evangelizar a los pobres, para que dejen de ser ateos y para que dejen de ser pobres, pero, naturalemtne, eso exige un bagaje doctrinal y cultual, por lo que acaba de organizar El Foro Intercontinental 2005, que se celebrará en Madrid los próximos días 13, 14 y 15 del presente mes, donde se pretende concienciar al personal con el problema, si ustedes me entienden.

Nada que añadir. De hecho, el acto inaugural lo preside el cardenal y arzobispo de Madrid Rouco Varela y participan allí, además de responsable de Manos Unidas y Cáritas, académicos a los que, presumo la mejor de las cualificaciones.

Ahora bien, me ha sorprendido un tanto la llamada Ponencia Especial, que por algo será especial, digo yo. Y lo es, porque no siempre puedes exhibir a Wangari Maathai, premio Nóbel de la Paz 2004, a quien, por demás, presentará Federico Mayor Zaragoza, uno de esos españoles a los que siempre se añade el adjetivo universal, que es lo mismo que global, pero en positivo. Si ustedes me entienden.

La pregunta: ¿Qué pinta doña Wangari Maathai todos mis respetos hacia la Premio Nobel- como invitada de honor de la Iglesia, precisamente para hablar de desarrollo.

Porque, si ustedes me entienden, uno juraría que los responsables de Manos Unidas seguramente conocen muy bien quién es Maathai, una de las campeonas del Nuevo Orden Mundial, furibundamente anticatólico, miembro de Cruz Verde Internacional y hacedora de la Carta de la Tierra, uno de los inventos de Naciones Unidas para cargarse a la Iglesia, un engendro de corte panteísta y gnóstico que, al decir de Gorbachov está llamado a sustituir los 10 mandamientos. Pero no juzguemos, simplemente escuchémosla: Hay que volver a reescribir la Biblia. Una Biblia en la que el hombre, el medio ambiente y Dios formen parte de un todo en el que no hay diferencias, para romper la tradición abrahámica del judaísmo, el cristianismo y el Islam, dominada por el antropocentrismo, en la que se le da a la naturaleza una importancia secundaria.

¿Lo cogen, señores de Manos Unidas? Esto es panecologismo, o ecologismo panteísta si lo prefieren, la nueva religión de la new age, un credo por el que nadie daría un duro en la vida cotidiana, pero que sirve para llenar gruesos informes de Naciones Unidas y otros documentos del Nuevo Orden que se basa en un principio tan viejo como el mund los listos, los poderos, los ricos, tenemos que controlar a los tontos, los débiles y los menesterosos.

Cosas tan dignas, al menos en un principio, como el Protocolo de Kyoto, y fenómenos tan abyectos, en principio y en final, como el aborto, pertenecen a esa gloriosa filosofía, que iguala a Dios al hombre y al hombre a la ameba.

Será presentada por Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la UNESCO, ex ministro de la derecha política en la Transición española, el hombre que, con la sonrisa displicente de quien ya ha visto hasta demasiado en esta vida y, con gesto cansino, enseña que todas la religiones son respetables mientras practiquen la tolerancia. Que es tanto como decir: todas las religiones son una chorrada superlativa, pero mientras no pretendan cambiar el mundo, mientras se mantengan en el terreno de los obvies, bueno, pues oye, pues se las puede tolerar. Un tipo profundo.

¿Y quién ha convertido en magno invitado a la keniata y al granadino? Pues Manos Unidas. Algo así como el guarda forestal que invita a pasar unos días en su casa al pirómano. Supongo que, después de esto, Cáritas modificará su trayectoria, dejará de enviar dinero a los misioneros que trabajan en el Tercer Mundo y dedicará sus esfuerzos a la protección del estornino en Sudáfrica. A fin de cuentas, Dios no es más que el hombre ni el hombre más que el estornino. Especialmente algunos. Aunque ningún estornino, créame, es tan gilipollas como algunos y algunas.

Eulogio López