La célula sintética del laboratorio Craig Venter me recuerda la anécdota de qauel miembro del Servicio Secreto Polanco -no me obliguen a llamarle inteligencia- durante la dictadura comunista, al que un periodista preguntó: ¿Usted cree en Dios? El policía preguntó: Hombre, tengo mis dudas, pero tiendo a creer en Él cuando observo a algunos compañero de partido, tan seguros de su ateísmo que parece que Dios se les haya aparecido y les haya dicho: No existo.

Lo mismo le ocurrió a Gilbert Chesterton quien siempre presumía de que uno de los elementos que más le ayudaron a convertirse al cristianismo fueron las majaderías enunciadas por muchos ateos de profesión contra la fé: resultaban tan absurdas que le forzaban a acercarse a la Iglesia.

Se cumplen 10 años desde el anuncio del primer borrador del genoma humano, obra de la empresa norteamericana Creig Venter (que, en contra de lo que pueda parecer, nada tiene que ver con el Partido Comunista Polanco ni con los británicos snob de la primera parte del siglo XX). Un avance, sin duda, pero que ha sido aprovechado por aquéllos a los que Dios se les ha aparecido para decirles que no existe. Vamos, que ni está ni se le espera en el festival de la existencia, lo que no está mal para ser el único ser creador de existencia.

En diez años, los fieles del ateísmo se han inventado al menos dos teorías: la primera es la del alma neuronal. Esta llegó como respuesta desesperada a un argumento bastante lógico: el ser humano, la especie racional, tiene que estar compuesto por cuerpo y alma, porque lo que llamamos alma (o espíritu, o persona, o personalidad, o sensibilidad, o como quieran llamarlo pero, en cualquier caso, algo inmaterial) sobrevive con tenacidad indeclinable al fenómeno que ahora conocemos: la desaparición total de las células. En plata, ni un sola de mis células es la misma que hace 10 años (en un bebé el proceso de renovación dura meses) y, sin embargo, yo sigo siendo el mismo de hace diez años y de hace veinte tan sólo más gordo, más sordo y más calvo- tengo recuerdos, tengo historia, soy indudablemente el mismo que cuando materialmente era otro. Por tanto, ha de haber algo que permanece en mí por encima de la muerte constante de mi materia y que me permite seguir siendo yo mismo. A ese algo es a lo que llamamos, alma, o espíritu, o persona o

Un razonamiento tan sólido para demostrar la existencia de lo espiritual necesitaba respuesta inmediata. El riesgo es evidente: se empieza aceptando los espíritus, sabiendo de ellos más que creyendo en ellos y de inmediato te encuentras creyendo en el espíritu preexistente. Muy peligroso.

Respuesta de Craig Venter y demás compañeros mártires: se trata del alma neuronal. Es decir que la constante que hace que usted sea usted pese a la muerte de la materia no es más que el tejido neuronal. Como las neuronas no se reproducen resulta que son el alma del cuerpo. La cosa roza el lirismo.

La verdad es que la ciencia, que no  la fé, ya está hablando de neurogénesis pero no hacía falta: no cambian las neuronas pero sí su composición química, así que estamos en las mismas. Continúa habiendo algo inmaterial que sobrevive a la renovación constante de la materia impersonal, sin que el enemigo que los experimenta, cada ser humano, deje de ser el mismo, único e irrepetible.

Total, un desastre: resulta que lo del alma neuronal no justificaba un sano ateísmo. Pero días atrás llegó la segunda posibilidad para demostrar, de una puñetera vez, que Dios no existe. Este nuevo hallazgo se llama célula sintética y apunta al corazón mismo de la fé, por donde sabemos que el poder creador está reservado a Dios. Días atrás del décimo aniversario del borrador del genoma, los chicos de Craig Venter siempre preocupados por el valor de sus acciones-, nos aseguraban haber creado la primera célula sintética, O sea, que habían creado vida, si ustedes me entienden. En pocas palabras, que han creado vida, que son dioses. La verdad es que no han creado vida alguna, como se han encargado de recordarle muchos científicos aunque éstos no figuran en los titulares-. La verdad es que lo que ha hecho Craig Venter es recoger, como siempre, parte de una célula ya creada y añadirle material inorgánico (también creado, pero dejemos eso). Como afirmó un científico, no es 100 por 100 artificial.

Estamos ante la estafa de científicos que juegan a ser dioses y que, al no conseguirlo, cogen una rabieta y practican la estafa de palabras y conceptos, no penada por la ley civil pero sí por la ley moral y por la inteligencia. No hay forma de explicar la existencia por Dios, pero Dios no cotiza en Bolsa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com