Sr. Director:
El lunes día 21 del presente sentí pena de mi buen amigo y compañero Pedro. Pedro es la bondad y la inocencia personificadas.

 

El domingo, tras escuchar las noticias, se dirigió raudo y veloz a su cajón de los recuerdos, y tras rebuscar afanosamente desempolvó una, no tan vieja, chapita con un lema muy repetido en su época. "No a la guerra".

El bueno de Pedro se colocó la chapita en cuestión en la solapa de su chaqueta y muy ufano se presentó en el trabajo. Aquellos que en otro tiempo le regalaron la chapa ya no le daban  palmaditas en el hombro, sino que volviendo la cara le daban la espalda, otros descaradamente cuchicheaban a su paso y no faltaron quienes llegaron al insulto político más usado en estos casos.

Acabada la larga y tensa jornada laboral se dirigió a mí exponiéndome su asombro y estupefacción por tan extraña y hostil actitud hacia él. No supe darle razón alguna. A veces se presentan situaciones de muy difícil o imposible explicación y ésta es una de ellas.

Manuel Villena Lázaro