- El 'machista' Cañete y la feminista Valenciano marcan un antes y un después en la campaña, aburrida como pocas.
 - Los socialistas prueban una vez más su demagogia entre tópicos: les encanta la ingeniería social de parvulario.

 - ¿Qué pasará con Impulso Social, el único partido que defiende, con SAIN, los valores católicos en la vida pública

 

 

Quedan cinco días de campaña para las elecciones europeas, que no han despertado a los españoles, precisamente, de sus fatigas y quehaceres cotidianos como el final de la Liga o la próxima cita de la Champions.

Es lógico. Lo ocurrido hasta ahora ha pasado sin pena ni gloria, y sólo con algún que otro sobresalto. Comenzó con la frivolidad de Felipe González, que sugirió un gobierno de concentración del duopolio político PP-PSOE y luego se arrepintió porque "le ha acarreado un sinnúmero de problemas en su propio partido". ¡Ah! Y la incógnita de si Aznar haría o no campaña con el PP, que tan 'preocupado' le dejó a Rajoy.

El presidente se ha dejado ver, por cierto, especialmente en Cataluña (y hasta fue portada por ello en La Vanguardia, ¡qué cosas!).  Se interrumpió después por el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León. Se terció más adelante con la moción de censura en Extremadura. ¡Que figura Fernández Vara!: no sólo la perdió, sino que consiguió lo más difícil todavía: unir a la coalición IU con su díscolo socio extremeño, en entredicho desde su pacto con el PP. Pero llegó el debate televisado por TVE entre el 'machista' Miguel Arias Cañete y la feminista Elena Valenciano y todo cambió. No despertó ningún entusiasmo a juzgar por la audiencia; de hecho no lo siguieron ni dos millones de españoles (1,83 millones, en concreto, y 9,5% de cuota), cuando el debate anterior en iguales circunstancias, el de Luis Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja en 2009, atrajo a 2,65 millones de espectadores, con un 'share' del 14%.

Pero, como digo, desde entonces todo ha cambiado. Los programas, la ideas… todo ha pasado a segundo plano, si alguna vez -o sea, nunca realmente- estuvo en primer plano. La chorrada de Cañete de la presunta superioridad intelectual de los hombres en un debate con una fémina ha terminado con el poco debate que había. Valenciano ha aprovechado desde entonces con otra gilipollez: "Lo que ha quedado claro es que si gana Cañete perderemos las mujeres". Que podredumbre nos acecha. Lo más curioso de este asunto es que el periódico más progre entre los progres, El País, lleva ya cuatro días con lo mismo y hoy martes, en un alarde de generosidad con los socialistas, vuelve con su traca: ofensiva socialista en la UE contra la declaración por el machismo. Cañete es un torpe. Y el PP dice que le va a vigilar para que no meta la pata de nuevo.

La abstención será muy alta, pero, ojo, son las últimas elecciones antes de las próximas municipales y autonómicas

Los dos grandes, PP Y PSOE, siguen enzarzados en ese mensaje tan decisivo para construir Europa. No nos vamos a engañar. Para los socialistas es esencial. Son expertos en la demagogia de los tópicos y cuando llegan al poder no les tiembla el pulso para, echando mano de la ingeniería social, cambiarlo todo a su antojo: la familia natural deja de serlo, la memoria histórica vuelve a ser un problema, la Iglesia -esa amenaza sempiterna que nos atormenta- debe callar, no vale más fórmula educativa que la socialista -incluido el adoctrinamiento- y el aborto, ese holocausto silencioso, que perpetra la conciencia como un eufemismo sangriento.

El resto de los partidos están a verlas venir. Tanto Izquierda Unida -la nostalgia de un comunismo fracasado- como los de UPyD, que son como los chinos: se han quedado con lo peor de cada casa de la izquierda y la derecha (socialismo y capitalismo). Insisten en que todo está pactado por el duopolio político, mientras echan el resto, ingenuamente, por la herencia de un bipartidismo agotado. Naranjas de la China. Aventuran el final de una época que todavía no ha llegado y sabe Dios cuánto tardará en llegar. Y los nacionalistas de todos los colores y potenciales estados, por último, como siempre, a lo suyo. Todo eso se vio en el debate de ayer lunes en TVE, el segundo, una jaula de grillos con mensajes contradictorios. Que los sociológicos tomen nota; merece la pena. La audiencia dice el resto. Lo vieron 838.000 espectadores, un 4,2% de 'share', la mitad que el de Valenciano-Cañete. Claro, era insufrible.

Visto el panorama, sólo cabe pensar en la sorpresa que puedan dar lo que el PP llama partidos 'frikis': Ciudadanos, Podemos, VOX o Impulso Social. El partido de Vidal-Quadras parece por momentos una franquicia inventada por el PP para contener la fuga de votos en un partido localizado. Conviene recordar que el injustamente marginado y silenciado por el sistema es Impulso Social, liderado por Rafael López Diéguez. Es el único partido, junto a Solidaridad y Autogestión Internacionalista (SAIN) -uno por la derecha y el otro por la izquierda-, que defiende en sus programa los valores no negociables de los católicos en la vida pública: el derecho a la vida, la familia, el derecho de los padres elegir la mejor educación para su hijos y el bien común. Un vistazo a sus programas lo deja medianamente claro.

La abstención será muy alta en unas elecciones de trámite para el PP y para el PSOE. Los dos harán una lectura de los resultados de aquí no ha pasado nada, en línea con la campaña de bajo perfil que han diseñado. Pero, ojo, son las últimas elecciones antes de las próximas municipales y autonómicas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com