Durante todo este año los medios de comunicación han estado machacando con el cuarenta aniversario del denominado Festival de Woodstock. Una cita musical que, bajo el lema Paz y Música, congregó a más de medio millón de jóvenes en un prado situado en White Lake allá por agosto de 1969 (y no en el primer emplazamiento previsto, Woodstock). Pero, una pertinente aclaración, lo que en esta comedia musical se narra nada tiene que ver con los cantantes de rock convocados al evento sino con lo que sucedió en la trastienda de la organización, según las memorias de Elliot Tiber.

Este joven judío, Elliot, intentaba, en el verano de 1969, evitar el embargo del motel cutre que regentaban sus padres. La única solución que encontró para remediar los problemas financieros familiares fue ofrecer su terreno a los organizadores de un festival de música (que promovía Michael Lang) a quienes en una población cercana había retirado el permiso por miedo a los posibles altercados que podían provocar los miles de jóvenes asistentes al concierto. Aunque, al final, el concierto se celebró en las praderas cercanas de un ganadero llamado Max Yasgur, este evento cambió la vida de Elliot y, se supone, de otros muchachos que, como él, asistieron en ese Festival rock. No todos eran hippies ni comulgaban con su exiguo pensamiento pero esa es la idea que más ha trascendido a través de los años

Como era previsible (más siendo el director el políticamente correcto Ang Lee- responsable de Brokeback Mountain-), la imagen que se ofrece de ese concierto y de sus participantes es de lo más descafeinado y amable porque, aunque no olvida retratar el hecho de que muchos de los jóvenes asistentes se colocaron más que nunca (recuerden el famoso dicho popular. ¿Se acuerdan de Woodstock? Porque si lo recuerdan seguro que no estuvieron) el asiático Lee lo muestra como un modelo a repetir de concordia... La realidad más cruda es que fue la mayor farra (u orgía musical) que se recuerda que se tradujo en miles de embarazos y decenas de  muertes por excesos con las drogas y por accidentes. Lo que no se le puede negar es que musicalmente  Woodstock fue espectacular y la mayor demostración del poderío del rock.  

No obstante, y debo insistir, la película, muy bien cuidada en su ambientación y ágil en su ritmo, pone especial énfasis (dado que estamos ante una autobiografía) en la vida personal de Elliot Tiber  (uno de los primeros activistas gay de EEUU) y su complicada relación con sus padres, con la alteración que supuso la organización del concierto Por cierto que, de este estilo tiene mucho más encanto y más poso Casi famosos, la película realizada por Cameron Crowe en el año 2000.

Para: Los que se quedaron colgados con el slogan hippie de los años 60 de Haz el amor y no la guerra