Sr. Director:

Me resulta muy chocante escribir de mis experiencias pero lo considero como testimonio: Uno de los objetivos que he tenido en mi trabajo, durante 35 años, era que no hubiese impagados sin cobrar, mucho menos acumulación y menos aún, que la empresa Distribuidora quedase colapsada.

¿Qué se me ocurrió? Aplicar como sistema de negociación los pasos del "Acto de Contrición" por "birbiquí", poco a poco. Al final, siempre, se terminaba con reconocimiento de deuda por escrito y demás "amarres". Pero, además, se ganaba un amigo. Con el tiempo lo que establecí fue una especie de "asesoramiento-acercamiento a priori.

El acto de contrición es uno de los pasos más importantes que debemos dar casi a diario en la vida. Si reconocemos nuestra falta, con verdadera sinceridad, debemos establecer un camino que nos llene de alegría y entera satisfacción como para no volver a mirar para atrás ni tener que repetir el pisotón al "otro" y la retahíla de "perdona".

Desde hace tiempo, lo que prima es no confesar. Se practica una especie de autocomplaciencia y se comulga como si fuese algo corriente. Creo que viene de largo.

Las cosas serias tienen que tomarse más en serio. Falta desde el púlpito (atril) más y mejores tirones de oreja.

Rafael Gálvez

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