Sr. Director:
Hace unos días escuchaba yo una noticia en la televisión pública, con respecto a los embriones humanos congelados en España. 


Si no recuerdo mal, escuché que eran unos 250.000. Con respecto a ello se está creando un problema ético serio; pues, las parejas, matrimonios o personas individuales... no se deciden a tomar una decisión con respecto a sus embriones congelados.

Unos, porque no saben qué hacer; a otros, les da pena destruirlos y  unos terceros no toman la decisión de donarlos a otras personas, por el problema de consanguinidad que pudiera producirse  en la humanidad.

Hasta lo expuesto, lo que sí está claro, en cualquiera de las posturas, es que todo el mundo tiene la certeza de que se trata de seres humanos vivos. En esa noticia un investigador en fecundidad asistida decía que un ovulo fecundado  es un preembrión, y por tanto no es un  niño; por supuesto, y un niño no es un joven y un joven no es un anciano.

Pero un óvulo fecundado es un ser único e irrepetible, un individuo de la especie humana y potencialmente un  perfecto hombre.

Todos estamos hoy muy sensibilizados con el cuidado del cosmos, todos estamos muy preocupados con ciertos abusos que se están cometiendo en el cielo y en la tierra, en la atmósfera, en los animales y en las plantas. Esta es la casa del hombre; estamos muy preocupados y tenemos ya mucha normativa para cuidar la casa del hombre, pero estamos descuidando al hombre. De nada nos sirve tener un palacio si matamos al señor que vive en él.

Respetemos las leyes de la naturaleza humana desde su concepción, fruto de un  acto de amor humano y responsable y no fruto de una fábrica o laboratorio donde nos encontramos con los problemas expuestos.

Un hijo es un  bien, un don de la naturaleza; que para un creyente es un don de Dios, con un alma espiritual y eterna. Un hijo no es un derecho. Seamos coherentes; en nuestra sociedad técnica y sabia del tercer milenio; los derechos los usamos  según nuestro interés personal y al precio que sea; igual usamos el "derecho" a tener un hijo, que el "derecho" a destruirlo.

Seamos serios;  adquiramos unos criterios de Verdad objetiva y actuemos siempre en consecuencia con la Verdad.

Francisco Blanco Galán