El presidente norteamericano y  candidato democrata, Barack Obama (en la imagen junto a Mitt Romney) es un experto en demagogia y en el juego sucio. Como las encuestas no le pronostican la victoria fácil que preveía ha decidido recurrir a la confusión, confusión en lo sórdido.

Así, cuando un majadero republicano dice algo bueno pero lo dice mal, y la gente le entiende que una violación es voluntad de Dios -luego ha aclarado y rectificado sus palabras pero Obama ya había aprovechado el asunto- el candidato demócrata asegura que la majadería es la prueba de que si los republicanos llegan a la Casa Blanca pondrían en marcha su programa oculto que, según Obama, no es otro que la promoción de la vida.

De inmediato, el inefable Lorenzo Milá, zapaterista que sigue manteniendo la corresponsalía de RTVE en Washington, asegura que Romney no es claro respecto al aborto. Muy cierto. El candidato republicano es, en materia de derecho a la vida, poco claro (aunque no lo son los jóvenes republicanos, entre ellos su compañero electoral, Paul Ryan), algo parecido al PP español: un partido acomplejado ante el aborto.

Ahora bien, Obama sí es mucho más claro. Con él no tenemos dudas. Es un calco de Zapatero: aborto a mansalva, sin ninguna pega, además de defensor de la utilización de embriones como cobayas humanas, la mayor estafa científica del siglo XXI. Lo que no deja de resular curioso en un hombre de raza negra. El aborto continuado está amenazando la pervivencia misma de los afromaericanos, un grupo étnico en recesión profunda en Estados Unidos.

Eulogio López

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