Al margen de cuál sea el futuro que le espera a Deoleo, la mayor aceitera española, tras el acuerdo de venta del grupo aceitero a un fondo de inversión, CVC, los términos de la polémica creada por la necesidad, o no, de mantener al primer productor de aceite de oliva en manos españolas no han cambiado. Ya saben, el fondo CVC y los italianos -nuestros principales competidores en el sector-, con el primer ministro a la cabeza, están en adquirir la firma, mientras el Gobierno español, ministro cesante Cañete y ministro ejerciente Montoro, han presionado a las cajas de ahorros accionistas (perdón ahora bancos) para mantener una minoría española.

Ya saben: son 'nacionalistas económicos'. Todo muy lamentable. Montoro explicaba a Hispanidad sus razones: "Soy de Jaén y desayuno aceite de oliva". Con eso debe bastar, pero, al parecer, no.

Por ejemplo, un periodista con muchísima experiencia, Fernando Sanz, de 'Cinco Días', publicaba este jueves un artículo contra el nacionalismo económico, titulado "Mentiras flotando en aceite de oliva".

Asegura Sanz que también se perdieron nuestras azucareras y nada cambió. España sigue consumiendo azúcar. Hombre sí, pero el azúcar español no se fue al garete ni por gestores españoles ni extranjeros, se fue al garete porque se levantaron más las medidas proteccionistas y países como Cuba o Brasil inundaron los mercados europeos. Y, sobre todo, porque ese proteccionismo tenía forma de subvención pública. Y ahí sí, le doy toda la razón: si el nacionalismo económico se apoya en la subvención, que lleva a la ruina a la producción alimentaria del tercer mundo, entonces sí, mejor terminar con ellas.

Pero la oliva nada tiene que ver con eso. La oliva es un producto de primera calidad que cuesta generaciones acrisolar y que está pegado al terruño… y que no sobrevive gracias a las subvenciones públicas. Al menos no más que cualquier otro producto agrícola europeo.

Según Fernando, Elosúa ya se vendió a los italianos e hicieron una mejor labor. Cita Sanz a los hermanos Salazar, todavía en los tribunales, como ejemplo de lo mal que lo hacen los nuestros y lo bien que lo hicieron los italianos. 

A ver si nos entendemos: no se buscan gestores españoles porque sean buenas personas y más honradas que los trasalpinos -por cierto, sería cuestión de comparar- sino porque son españoles… y sus decisiones de inversión se toman en España. Y, en paralelo, no interpongo vetos al fondo de capital riesgo CVC porque sea extranjero, sino porque es un fondo, y lo único que le importa es el grosor de la plusvalía que va a obtener. Al hacerse con Deoleo, por ejemplo, no les preocuparán los dos factores clave en la compañía: sus dos grandes problemas: el sobre-endeudamiento y la necesidad de invertir, especialmente de cara a financiar la exportación… donde Italia es nuestro principal competidor.

Critica Sanz el calificativo de estratégico para todo sector económico. Hombre, en efecto, no hay pasarse, como hicieron los franceses, que prohibieron la entrada de los norteamericanos en Danone porque el yogur era un producto estratégico francés (¡Será catalán!). Pero el aceite de oliva sí es un producto decisivo en muchas zonas de España y es un producto clave de España, aunque los italianos lo comercialicen mejor. El I D del aceite de oliva está en España, su tratamiento y manufactura está en España e Italia, sus ritmos biológicos y de producción se han forjado a lo largo de siglos… en Italia y en España.

Estas políticas de protección de nuestras empresas estratégicas son calificados por Fernando Sanz como 'rancias'. Al parecer, los alemanes también, que a ACS le están haciendo la vida imposible, como se la hicieron a Sacyr en Francia.

Hablemos de rancia reciprocidad. El de Italia constituye un ejemplo señero: les vendimos Endesa -cierto, por trifulcas entre españoles y por la jeta de Zapatero y la caradura de José Manuel Entrecanales- y ahora resulta que ENEL ha jibarizado Endesa y la están desmantelando. Al BBVA se le negó la entrada en BNL y al Santander en San Paolo. A Abertis se le negó Atlantia. Ojo y las infraestructuras no me preocupan en exceso: su rentabilidad depende de los indígenas, no se puede levantar el velo así como así.

Y mientras aquí les hemos abierto las puertas, ahora el primer ministro italiano, Matteo Renzi, exige a España que abra sus puertas mientras él se preocupa de mantenerlas cerradas. Curioso.

Así que seamos menos profesionales y más listos, menos internacionales y más inteligentes. A mí no me gustan las grandes empresas, sino las pequeñas, pero comprendo que un país proteja unas empresas que actúen como locomotoras en sectores estratégicos. Y si vaciamos el cargador, al menos que lo vaciamos todo. Ese es un buen lema que justifica el nacionalismo económico: o todos o ninguno. No vaya a ser que, por intentar ser los más listos de la clase, quedemos en tontos del bote.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com