Mariano Rajoy nos ha tenido un mes en ascuas, mismamente desde que ganó las elecciones generales, el pasado 20 de noviembre.  

Al final, mañana del 19 de diciembre, don Mariano se subía a la tribuna del Congreso y recitaba sus intenciones de Gobierno, un Gobierno que en pocos días celebrará su primera sesión de Consejo de Ministros.

Y lo suyo resultó un discurso demasiado moderado para una crisis que es radical. La peor de todas las vividas por Occidente. No es sólo crisis económica si no, sobre todo, moral, y la economía de la que la economía no es más que una ahijada un punto testaruda.

En economía, la España marianista, que no mariana, se moverá dentro del esquema del Consenso de Washington, es decir, la política al servicio de los mercados financieros y emprendedores y trabajadores al servicio de los rentistas. Exactamente igual que ZP. Si lo quieren en castizo, desde el PSOE hasta el PP hemos pasado del progresismo de izquierdas de ZP, rencoroso y anticlerical, al progresismo de derechas de Mariano Rajoy, una derecha pagana y pusilánime.

Traducido el susodicho consenso, a la situación española, la cuestión es ésta: primero hay que arreglar lo del déficit y luego ya nos preocuparemos de crear empleo. Oiga, ¿y si tras arreglar el déficit no creamos empleo? Pues entonces es que no lo hemos arreglado lo suficiente: cara, yo gano; cruz, tú pierdes.

Y también se concreta en la única concesión a un aumento del gasto público para mantener el nivel adquisitivo de las pensiones. Oiga señor Rajoy, ¿y el poder adquisitivo de los salarios? ¡Ah, eso no se toca, es cosa del mercado! Mentira: el salario mínimo interprofesional, que indicia todos los demás, lo marca el Gobierno.

En la misma línea del consenso de Washington, las medidas fiscales -la clave de toda política económica- no implican la reducción de las cuotas sociales. Es decir, seguiremos con impuestos laborales altos compensados, eso sí, con salarios bajos: ¡Cosa más moderna, Lionel!

Y para mayor alarde de modernidad, Rajoy acoge la propuesta de la CEOE, de acabar con las fiestas, sobre todo religiosas, y de trasladarlas al lunes. No se va aumentar por ello la productividad pero da una imagen muy laica del PP.

Pasemos a las llamadas cuestiones sociales, que no son sociales sino morales, la causa real de esta crisis. En un país como España, que tiende a desaparecer por consunción, con una población española menguante, Rajoy se queda por debajo de Zapatero en ayudas a la familia y a la natalidad. No quiere hablar de salario maternal, que es lo que han iniciado los países de nuestro entorno para que la sociedad no desaparezca y no tocará el aborto, ni los ataques a la familia, entre los cuales, mucho antes que el homomonio, se encuentra le divorcio-exprés.

De cheque escolar, ni palabra.

En resumen, un programa de Gobierno demasiado 'moderado' para una crisis furiosamente radical.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com