Cuando la gente deja de pedir dinero y empiezan a pedir alimentos es que algo va realmente mal.

Cuando los roperos -ropa vieja- refuerzan su actividad y cada vez son más los inmigrantes que escudriñan los contendedores de basura para buscar ropa, es que las cosas van realmente mal.

En las parroquias de Madrid se han agotado los alimentos... porque la gente está dejando de pedir dinero para pedir alimentos. Las famosas Operación kilo de Navidad se han disparado -durante una década de bonanza han estado desparecidas- y ya no es señal ámbar, sino roja, la mismísima alarma: que en España renazca el hambre es algo serio muy serio.

Aumentan el número de los sin techo, los comedores de caridad -religiosos o laicos, la actividad de Cáritas y de los albergues municipales.

Sí, la crisis económica es seria porque la gente se ve obligada a buscar comida. Y recuerden: la crisis no consiste en la caída de los mercados financieros. Los mercados son parásitos de la economía real, y sus minusvalías afectan al ahorrador-inversor. Es decir, afecta a los que, una vez cubiertas sus necesidades primarias, aún les sobra para ahorrar e invertir. Se pierde en el casino de la inversión bursátil, no tenemos por qué llorar. La situación grave radica en los que no tienen dinero para ahorrar porque bastante tienen con conseguir hambre y comida.

Y esto no se arregla maquillando las cifras de paro. 

El ahorrador es clase media, pero el que busca comida es clase baja. Que sigue existiendo, sí señor, y que ahora crece. De hecho, la definición del nuevo proletariado es esa: el que no puede invertir en bolsa.

Y esta es la España real, no la de las estadísticas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com