Sr. Director:
El día 11 de mayo fui invitada a la celebración del día de la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) por una amiga, Mariola Palma, trabajadora social y profesora de la UMA.

Ella fue quien presentó la primera parte del acto: una interesante conferencia de Miguel Ángel Hurtado que habló sobre la crisis económica y social que vivimos actualmente, cuyo origen es, realmente, una crisis financiera.

Expuso cómo existe una tendencia predominante de confiar el mercado financiero a su capacidad de autorregulación, con la connivencia del poder político. La economía financiera se ha orientado hacia la especulación en los mercados de valores y, de este modo, la mayor parte de los beneficios no se obtienen de la producción, que genera empleo, sino especulando con los más variados elementos, convenientemente manipulados, para comprarlos a un precio barato y venderlos a un precio mayor. Se ha llegado a lo que se ha dado en llamar "ingeniería financiera".

El poder político no se ha responsabilizado de ordenar todo hacia el bien común de los ciudadanos y de las naciones y esta situación se arrastra desde hace muchos años.

El conferenciante habló sobre la encíclica social de Benedicto XVI, "Cáritas in veritate", publicada en junio de 2009, cuando Occidente se sumía ya en una profunda crisis económica.

En su introducción, la encíclica alude a dos criterios fundamentales: la justicia y el bien común. El ser humano está por encima de la economía y el primer capital que hay que salvaguardar, por medio de la justicia, es la misma persona humana. El Papa arremete contra los excesos del sistema capitalista y reclama una globalización que tenga en cuenta la condición humana de las personas que forman parte del mundo de hoy.

Expone cómo la codicia y la avaricia financieras, el egoísmo y el paternalismo colonial reclaman una globalización solidaria, un nuevo orden económico basado en valores cristianos. Hace ver la necesidad de que exista un mercado más social y más humano en el que el Estado tenga un papel activo y las empresas se guíen por la ética y la responsabilidad.

Benedicto XVI, al hablar de la cooperación internacional, pide a las instituciones sociales y a los organismos internacionales una "transparencia total" y un respeto profundo por la naturaleza como fuente de vida y don de Dios. Reclama una mayor "sensibilidad ecológica" y una "redistribución planetaria de los recursos energéticos." Expone cómo la crisis nace de un déficit de ética en las estructuras económicas.

Dice: "El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponde con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano." Al hablar en contra del paro, afirma que todo ser humano tiene derecho a un trabajo honrado. Significa "un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer."

Se necesita que los operadores económicos y los agentes políticos no solo estén preparados profesionalmente sino que, también, tengan una coherencia moral en su acción.

Y la crisis nos obliga a todos a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas fórmulas de compromiso. Hace caer en la cuenta de que el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano. Afirma Benedicto XVI: "La religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene un lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política." Continúa: "…tanto la exclusión de la religión del ámbito público como el fundamentalismo religioso impiden el encuentro entre las personas y su colaboración para el progreso de la humanidad".

Es muy interesante su llamada a la urgencia de que exista una verdadera autoridad política mundial que tenga un poder efectivo para garantizar el desarrollo de la justicia y los derechos humanos en todos los países.

Carlota Sedeño Martínez