Decía Chesterton que llegaría el día en que habría que luchar por demostrar que una hoja es verde. A lo mejor ha llegado ese momento y la ocasión para libros como Católicos sin complejos, que no hace otra cosa que recordar un puñado de verdades primigenias, antaño obvias, hoy profanadas. Veamos:

Los papas nunca han vendido indulgencias para ganar el Cielo, entre otras cosas porque las indulgencias sólo sirven para restar purgatorio. Las indulgencias no eran, ni son, un permiso para pecar. Por ello, los abusos del siglo XV en la materia no justifican el rifirrafe del señor Lutero, y esto no es una opinión sino una conclusión obvia cuando se conocen los hechos. El problema es que no se conocen.

La Iglesia no se puso de parte de Franco porque tuviera inclinaciones fascistas sino porque el democrático enemigo republicano estaba asesinando a sus miembros.

Los católicos no ganamos nada en la defensa de la vida del no nacido. Es más, es una guerra que sólo nos acarrea dificultades. El problema es que no nos sabemos el catecismo ni nociones básicas de biología y nos cuesta aprenderlas.

Son tres ejemplos, pero hay muchos más en católicos sin complejos, de José González Horrillo.

El autor confiesa que en su juventud era un comecuras, pero, al parecer, ha atravesado las tres etapas que, según Chesterton sufre todo converso:

1. Las razones de los anticlericales son tan inconsistentes que el anticlerical empieza a sentir cómo se tambalean sus principios. Si el atacante es ilógico puede que la razón esté con el atacado.

2. Comienza a sentir atracción hacia la Iglesia, sobre todo cuando contempla su coherencia (coherencia de la doctrina, no de sus miembros).

3. Momento decisivo: el comecuras trata de sustraerse a esa atracción del Cuerpo Místico y pelea con todas sus fuerzas para evitar el magnetismo.

Ojo, porque de la tercera fase de puede volver a la segunda.

Mientras leía esta pequeña joya, charlaba con un colega argentino sobre la situación de la Iglesia, que no de la fe, en nuestros respectivos países. La primera conclusión es obvia: en España hay mucha más práctica religiosa que en Argentina se va más a misa, si  quieren concretarlo así- pero el prestigio de la Iglesia es tremendamente superior en la Argentina.  

Algo similar, aunque de distinta índole, sucede con la blasfemia y con la natalidad: ¿De dónde salen más misioneros? De España e Italia. ¿Cuáles son los países que más blasfeman? España e Italia. La blasfemia puede decirse que no existe ni en el mundo anglosajón ni en Iberoamérica.

Y más: los mismos dos países, los más católicos, los precitados, no sólo son los más blasfemos sino los de menor natalidad del planeta.

¿Qué está ocurriendo?

Mientras lo adivinamos, no viene mal leer católicos sin complejos. Porque lo que está claro es que el principal enemigo del catolicismo español es la cobardía, la incoherencia los complejos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com