- Decid niños, ¿cómo os llamáis? 

- José, María, Juan, Teresa

Esa era la primera pregunta del catecismo del padre Astete. Porque antes de enseñarles la doctrina, el chavalín tenía que identificarse, como muestra de que era alguien, no algo. No era un formalismo, sino la convicción de que Cristo ha muerto, no por la humanidad, sino por cada hombre, algo muy distinto. Y eso, y no otra cosa, es la civilización occidental. La cultura de Occidente puede resumirse así: la persona es sagrada. A Europa, madre del mundo y de esa civilización, no le gusta lo colectivo, sino lo particular... y sólo desde lo particular salta hasta el bien común. Por eso, el comunismo resultaba tan ajeno al ser europeo y, sin embargo, se colaba como por ósmosis en Oriente, cuna de todos los panteísmos y de todos los colectivismos.

El salvaje atentado del 11 de marzo de 2004 ha servido, al menos, para algo bueno, para resucitar esa atención hacia las personas: la prensa está publicando las biografías de las víctimas mortales, con nombres y apellidos, porque no han sido asesinadas 190 personas, sino que han sido asesinados, José, María, Juan e Isabel. Y por eso los improvisados altares y catafalcos de Atocha, o la Puerta del Sol, se llenan de nombres y no de cifras, de fotografías, y no de listados oficiales.

También la Familia Real ha sabido entender esto. Durante el funeral de Estado por las víctimas del atentado del 11-M, celebrado el miércoles 24 en la Catedral de La Almudena, los Reyes, ajenos a las negociaciones políticas de Rodríguez Zapatero, se dedicaron a saludar, abrazar o consolar (y, a veces, a compartir sus lágrimas) con los familiares de los asesinados. Uno a uno, porque la cultura occidental no es más que eso: ir de uno en uno. O sea, "Decid niños, ¿cómo os llamáis?".

Hoy es el Día del Niño por Nacer. Para la Iglesia, hoy, 25 de marzo, es la Fiesta de la Anunciación, nueve meses antes de la Navidad. No se celebra en España, pero sí en la Argentina (es un invento del ex presidente Carlos Menem, a quien el abortista Kirchner tanto odia), que se está extendiendo a otros países, principalmente iberoamericanos. El Día del Niño por Nacer es como el Día de la Madre, pero con sentido. Aprovecho para aconsejar a El Corte Inglés y otros grandes almacenes que modifiquen el actual Día de la Madre, para pasar a celebrarlo un 25 de marzo, aunque quede demasiado cerca del Día del Padre (19 del mismo mes): Muchachos, hay que luchar por ello.

España no se ha sumado a la festividad del Día del Niño por Nacer. Y debería hacerlo, porque la verdad es que nuestro país se ha convertido en el paraíso del aborto. Durante 2002, no fueron asesinados 77.000 niños nonatos en España. No, los que fueron asesinados, fueron José, María, Juan, Teresa, etc. Y cada uno de ellos murió por motivos muy concretos: unos porque el padre quería deshacerse del "paquete", otros porque su madre atravesaba una mala situación económica, o porque a la pareja no le cuadraba el parto con las vacaciones; otros, porque el niño representaba un impedimento para la carrera profesional de su madre... Siempre hay un motivo, lo que ocurre es que en esos casos más que de motivo hay que hablar de móvil, de móvil del delito.

En el caso del aborto, las víctimas no tienen nombres, porque la orden de matarlos no la había dado Ben Laden, sino su propia madre (o padre). "No hay nada peor que perder a un hijo", le decía a la Reina la madre de una víctima del 11-M. Sí, hay algo pero: matar al propio hijo. Y cada uno de esos embriones, señor Zapatero, vale más que todos sus escaños juntos o que cualquier cambio de Gobierno. En el Libro de la Vida, todos son nombres propios, únicos e irrepetibles, y no se mata lo que tiene nombre.

Sociológicamente, el Día del Niño por Nacer, el Día de la Madre, se enfrentan al poder del tópico en una sociedad de masas. El feminismo ha impuesto el tópico de que la mujer que tiene muchos hijos (hoy, más de dos son "muchos" hijos) es porque no sirve para el trabajo. Las propias mujeres han repetido esta necedad justo en la etapa histórica que ha disociado educación de instrucción y ha divorciado el trabajo y cultura. Ni el más necio puede afirmar hoy que la única forma de adquirir cultura es en el mundo laboral. Y así, muchas mujeres se avergüenzan de ser madres porque temen ser consideradas más tontas que las que sacrifican su maternidad a su triunfo profesional. Como diría Chesterton: "Millones de mujeres han gritado: no queremos que nadie nos dicte... y, a renglón seguido, van y se meten a dactilógrafas". Vamos, que la maternidad está mal vista.

Pero, es que hay más: toda la arquitectura de los derechos humanos, es decir, el futuro Orden Mundial, se está intentando gestionar al margen del derecho a la vida. Y los hay que no vamos a tragar con ello, por lo que no aceptaremos el nuevo Orden Mundial ni cualquier otra tontuna que se le parezca. En este sentido, no dejen de leer, en nuestro apartado de "Mundo Hispano", el informe de Noticias Globales a este respecto: tremendo.

Así que volvamos al valor de la persona, volvamos a llamar a la gente por su nombre y a contar a las persona de una en una. Al menos, algo positivo habremos sacado de la tragedia del 11-M.

                                                                                   Eulogio López