Sr. Director:
Como suscriptora de uno de los principales periódicos de mi país, me siento decepcionada:

Cotilleos despiadados, entrevistas a personajes de costumbres depravadas, desnudos integrales, fotos blasfemas, artículos anticlericales, ataques contra la facción política contraria, reclamos de prostituciónson contenidos habituales y especialmente de los suplementos de fin de semana. Abrir el periódico se ha convertido en un ejercicio de heroísmo para resistir, no sólo las malas noticias, sino las malas influencias que acaban por deprimirla a una.

La prensa no debe disipar su sano cometido: informar interesando e implicar al lector en el devenir de los acontecimientos. Para los que rezamos, además, supone una inversión nada despreciable de tiempo, pues, además de encomendar a los sustentadores de políticas inicuas, a las víctimas de los tifones, terremotos y accidentes, y a los de las esquelas, nos hemos de preocupar también por los periodistas ateos, los famosos que se divorcian, y los que salen del armario.

¿Por qué recrearse en la bajeza del alma humana pudiendo apostar por su regeneración? La prensa tiene un papel insustituible como benefactora de la opinión pública y la tirada no debería ser el objetivo prioritario.

M. Dolores Bravo

mariadoloresb@gmail.com