Nada hemos aprendido de la recesión y la situación no mejora: se agrava. El capitalismo, especialmente el capitalismo financiero, no es más que otro tipo de socialismo: público el uno, privado el otro. Lo que importa es la vuelta a la propiedad privada pequeña. El Estado y las bolsas deben ceder ante la persona y el derecho a la propiedad privada

Las noticias que llegan de Estados Unidos, donde comenzó la actual crisis económica, crisis del sistema capitalista, auguran que no sólo no estamos saliendo de la crisis sino que esto va a peor. El presidente norteamericano Barack Obama continúa incurriendo en los mismos errores que nos han llevado a esta crisis perpetua. Como el vaso del pesimismo se ha llenado, los servicios de estudios nos comunican que la salida de la crisis se alarga. Lo cierto es que no hemos salido de la crisis de 2007 y ahora llega la crisis de 2011.

La salida de la crisis no puede ser sino por la puerta del liberalismo, no confundir con capitalismo. Tampoco es tan difícil, al menos existen dos diferencias claras entre liberalismo y capitalismo: 1.que la propiedad privada es como el estiércol para ser buena ha de estar bien distribuida- y que el liberalismo cree en la propiedad privada, el capitalismo cree en la empresa privada, cosa bien distinta. El capitalismo tiende a confundirse con el liberalismo porque defiende la empresa privada mientras que el liberalismo defiende la propiedad privada, que no es lo mismo. El ejemplo de Chesterton sigue siendo válido: un carterista puede ser un gran defensor de la empresa privada pero no lo será de la propiedad privada. Lo mismo ocurre con los intermediarios financieros.

2. El verdadero liberal sólo acepta como propiedad privada real la propiedad privada pequeña, mientras que el capitalismo, y en esto también connota con el socialismo, cree en la propiedad privada comunal, es decir, el todo participado por todos. ¿Qué más me da que todas las tierras del Condado sean propiedad del Estado o del Duque de Sutherland?

3. El empresario crea, el financiero compra y vende. Los liberales son adictos a la pequeña empresa, los financieros, por el contrario les gusta el capitalismo, que necesita de grandes mercados y enormes flujos de dinero aportado por millones de personas y, por tanto, impersonales.

4. Especulación financiera privada. En consecuencia, el ahorro del mundo no puede depender de mercados especulativos, cuya codicia les impele a estallar cada equis tiempos arrastrando tras de sí a la economía privada. No podemos crear una plutocracia, donde quien gobierna es el dinero. Si seguimos salvando a los bancos en quiebra con dinero público, en lugar de dejarles quebrar, que es lo que teníamos que haber hecho, estamos preparando la segunda parte de la crisis, que será mucho más impactante.  

5. Especulación financiera pública, aún peor que la privada. Hay que reducir las emisiones de deuda pública. Y disminuir con ello el protagonismo financiero del Estado.

6. No hay que cambiar los bancos y cajas de ahorros, sino los bancos centrales, entidades que ahora mismo funcionan al margen del Estado de Derecho, barbaridad ésta muy alabada por todos los papanatas del mundo bajo el conjuro de la independencia de la política monetaria. Así, el señor Bernanke y el señor Trichet han empleado el manguerazo para salir de la crisis, es decir, han apagado el fuego con gasolina. La crisis no se ha producido por falta de dinero sino por exceso del mismo, como producto de una especulación sin límite, tanto privada como pública. No hay falta de liquidez, hay exceso. No estamos en seguía, estamos inundados.

7. Los Estados no se pueden endeudar en exceso porque al final, como ocurre con los bancos, son los ciudadanos los que pagan los excesos de los políticos a costa de ajustes. Pero también por otra razón: desde la postguerra el Estado pesa cada vez más y la sociedad cada vez menos. Se trata de volver a equilibrar. El Estado debe autolimitarse a sus emisiones de deuda. No es cierto que el mercado regule a quienes crean una exuberante liquidez de papel que se derrumba cada decenio. Dicho de otro modo: hay que volver al patrón-oro.

8. Cambiar el sentido del trabajo y de las relaciones laborales: Despido libre y salarios dignos. Es la osamenta de la futura justicia social. 

El resto, la ultraactividad de los convenios, la movilidad funcional o geográfica, la judicialización laboral no son más que consecuencias de lo anterior. Hay que implantar el despido libre si acaso con una indemnización mínima pero sin ninguna otra traba- y hay que ofrecer salarios dignos a cambio. ¿Son los salarios españoles dignos? No, no lo son. Lo lógico es que el salario mínimo se sitúe en los 1.000 euros.

Junto a ello, hay que reducir los impuestos laborales. No es que a despido libre cambio de asalariados dignos sea lo que hay que oír por imperativos morales: es que es a lo que se está oyendo, pero, con tal lentitud que, antes de consolidarse el cambio provocará muchas huelgas generales. Más vale ponerse una vez colorado que 25 amarillo.

9. Menos impuestos. Si acaso, más impuestos indirectos y menos directos. La crisis nos enseña que no hay que juzgar a las personas por lo que ganan sino por lo que gastan. Es verdad que la crisis provocada por el fracaso del capitalismo financiero

10. Los ciudadanos tienen derecho a decidir a qué se dedican sus impuestos. Al menos en parte. 

En definitiva, hay que convencerse de que el capitalismo no es más que otra forma de socialismo, y que el liberalismo se opone a ambos: el liberalismo exige la vuelta a la propiedad privada pequeña. Este PPP sirve de poco sin la última p. El protagonista del futuro no es ni el directivo ni el asalariado: es el autónomo.

Pero, en cualquier caso, salir de la crisis supone salir del capitalismo hacia el liberalismo(económico, por supuesto, no filosófico) significa reducir el papel del Estado y de los mercados financieros en beneficio de la persona, devolverle su libertad y su capacidad de decisión.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com