Josu Erkoreka, portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados ha comenzado su discurso (9 horas del jueves 12) con una alabanza a la humildad del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, y prometiendo que nunca jamás se reirá de su talante (ni por detrás ni por delante).

Con no menos cortesía, Zapatero le respondió que todos los datos y cifras que había pronunciado en su triunfalita discurso del miércoles, habían sido expresadas con humildad.

Esto de la humildad empieza a ser preocupante. Quiero decir, que todo el mundo parece preocupado... con la humildad, a quien el catecismo de la Iglesia siempre ha considerado, precisamente, la virtud más importante, opuesto al primero de los pecados capitales: la soberbia. Así que hablemos  soberbia.

Lo primero que hay que decir sobre la humildad es que no se trata de apocamiento, o, como diría Clive Lewis, no se tata de hombres inteligentes intentando creer que son tontos y mujeres bellas haciendo ímprobos esfuerzos por creerse feas. La humildad Santa Teresa dixit- es la verdad. Un hombre no es soberbio por el hecho de considerarse el mejor de su círculo social (si en verdad lo es). Es más, puede ser un gran humilde si está convencido de su superioridad y, a renglón seguido, deja de pensar en ello. Por eso, los ingleses describen la mejor de las situaciones morales de una persona cuando vive fuera de sí mismo, pendiente de los demás. Eso sería el acabóse de la humildad. O sea, como Erkoreka, que se pasó una hora de discurso hablando sobre los agravios al pueblo vasco, el 5% de la población española... en el Congreso español.

Dos aspectos identifican al soberbio, dos termómetros verdaderamente infalibles:

1. El soberbio suspira por ser el centro de atención de los que le rodean. Tiene alma de vedette. Eso le lleva a una acusada e insufrible susceptibilidad, concepto clave para reconocerle. Ojo, el soberbio odia la crítica tanto como ama la autocrítica: No deja de echar polvo y cenizas sobre sí mismo, no vaya a ser que se tenga que escuchar la más mínima crítica ajena, que eso es, ciertamente, lo que su soberbia no podría tolerar en modo alguno. La autocrítica es su modo de adelantarse a la crítica.

2. En segundo lugar, el soberbio se siente permanentemente agraviado y, por tanto, alimenta un rencor eterno contra todo y contra todos. Por ejemplo, el humilde Zapatero no tolera que se le menosprecie, y él considera que Aznar le menospreciaba. Así, lo más sorprendente de las críticas de Zapatero, Erkoreka y otros nacionalistas es que se refieren antes al ex presidente Aznar que a su actual adversario, Mariano Rajoy. A Zapatero, incluso se le escapó el nombre de Aznar, mientras se dirigía a Rajoy como el primer partido de la oposición, sin personalizar.

Vedetismo, susceptibilidad y rencor: ¿a quién les recuerda?

Luego está don Mariano Rajoy. Nuestro cronista parlamentario comentaba ayer cómo Zapatero dedicó buena parte de su tiempo en la tribuna de oradores a gloriar el matrimonio homosexual, como uno de los grandes logros de su Gobierno. Por contra, Rajoy, que al denunciar las incongruencias de su oponente dio lo mejor de sí, ni tan siquiera mencionó el tema en su discurso inaugural. En definitiva, el nuevo centro reformismo del PP sigue la tónica de Aznar: sus mejores principios los defiende de forma vergonzante. El centro reformismo es puro complejo. No es de extrañar que sus adversarios políticos aprovechen para hacer aun más hincapié en cuestiones clave como la manipulación de embriones, el aborto, la manipulación de la enseñanza o el homomonio. Enfrente tiene a quien no se atreve a argumentar en contra, así que la barbaridad puede continuar.

Dos frases de  los mencionados Zapatero y Erkoreka resumen perfectamente la situación: Las formas en democracia dan el ser de las cosas, afirma el presidente del Gobierno. Pues mire, no : sólo los frívolos y los superficiales consideran que el envoltorio de unos bombones es más importante que el contenido. Los superficiales porque son incapaces de profundizar más, los frívolos porque no creen que exista contenido en sitio alguno. Pero esa frase constituye, en verdad, el mejor resumen de la filosofía de Rodríguez Zapatero.

El portavoz nacionalista también dijo algo más que interesante, aunque con una frase mal construida: En el Congreso es anatema hablar de la independencia de Euskadi. Hombre, sólo faltaba que en el Parlamento que representa a los españoles no fuera anatema hablar de la independencia de algo que casi todos los españoles consideran como suyo : el País Vasco. Incluso debería ser anatema que diputados independentistas cobraran su sueldo del Congreso de un país al que acusan de dominación y hasta de genocidio. Pero, ante todo, humildad.

Eulogio López