La ex ministra de Defensa de Zapatero, doña Carme Chacón (en la imagen), nos ha sorprendido a todos con una entrevista en el diario El Mundo: se ha confesado "rotunda y radicalmente contraria a la independencia de Cataluña". Con ello, doña Carme apuesta a varias cartas, lo que tiene mucho mérito porque a doña Carme la unidad de España le trae un poco al pairo. A saber:

1. Le arrea una bofetada a Rubalcaba, quien adoptó una postura tibia para no distanciarse de los socialistas catalanes, que aún hablan de vosotros (el PSOE) y nosotros (el PSC).

2. Ayuda a que Navarro, el nuevo líder del PSC, se pegue la torta definitiva en las elecciones del 25-N y sea sustituido por la propia Chacón, por ejemplo. Si no en el cargo, sí como líder del socialismo catalán.

3. Vuelve a estar en el centro del cotarro nacional a costa de romper esa tibieza de todo el PSOE actual, que no sabe a qué atenerse.

Doña Carme no se nos ha vuelto patriota española, al menos por el momento.

De entrada, insistir en que Cataluña no se va a separar de España ni hoy, ni mañana, ni pasado mañana. Estamos ante un guión preescrito. Cuando don Artur Mas haya ganado las elecciones de noviembre se resarcirá del ridículo realizado y cuando Bruselas y Madrid le digan que no ha lugar a referéndum secesionista alguno, tendrá que poner de excusa la negativa de la Unión, volverá a pactar con Mariano Rajoy y llegarán a un acuerdo sobre pacto fiscal. El coste no será para él, sino para todos los españoles, especialmente para los catalanes. Porque ahora sí, la catalanofobia se ha disparado en el resto del país. Y la culpa es de don Artur.

Ahora bien, la cuestión de fondo es otra. La cuestión de fondo es decidir en que consiste el patriotismo, el nacionalismo o como quieran ustedes llamarlo. Chesterton lo explicaba así: "No pienso que el patriotismo forzosamente sea un prejuicio pero no puede sino serlo cuando prescinde de una moral común".

Esa es la clave: ¿puede haber una patria desmoralizada? Esa patria, o esa nación, no vale la pena. Podría ser un identidad -sentirse algo- pero no una idea, y mucho menos una idea que dé sentido a una vida. Lo que distingue a una identidad con una idea, con un principio de actuación, es que las identidades nos vienen dadas mientras los principios morales se eligen. Recuerden el chiste polaco durante la postguerra mundial: "Los rusos, ¿son amigos o son hermanos? No, son hermanos, porque a los amigos los elige uno".

Toda España, incluida Cataluña, no son más que una idea cristiana. Y lo que falla hoy en España, también en Cataluña, son, precisamente, los principios cristianos.

Y cuando fallan los principios, en materia de nacionalismo, sólo queda el fascismo, es decir, elevar la nación al rango de divinidad. Por decirlo de otro modo: no creen en Dios pero están dispuestos a dar su vida por Cataluña o por España.

En este sentido, los marxistas de IC Verds o de ERC, ¿son fascistas? Sí, lo son. No se asusten, fascismo y socialismo siempre han ido de la mano: ¿acaso no forjó Mussolini el fascismo desde su militancia socialista?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com