Los tradicionalistas (CTC) se han enfadado conmigo el jueves por mi defensa de la propiedad privada del miércoles. Bueno, defensa del liberalismo económico, entendido este como defensa de la propiedad privada.

Otro me acusa de identificar la Doctrina Social de la Iglesia con un "concepto tan limitado" como la propiedad privada.

Hombre, limitado, limitado... lo que se dice limitado.

Y hasta me advierten sobre el "todo en común” de los primeros cristianos en Jerusalén, que es el mismo argumento contra el liberalismo económico que oponían los cristianos marxistas.

Insisto: el liberalismo es una doctrina crustáceo: blanda por dentro y áspera por fuera. Justo lo contrario de lo que debe ser una doctrina que se ancle en los tres cimientos de toda antropología cristiana: bien, verdad y belleza. El liberalismo filosófico es un cuerpo sin esqueleto, hijo del naturalismo, sí, y que ha acabado en mero relativismo. Ya saben, ha terminado en el "nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira". O sea, una chufla, la chufla del siglo XX, conocida como modernidad. La chufla del siglo XXI, o postmodernidad, no consiste en otra cosa que en intentar convertir en dogma la ausencia de dogmas, una majadería que podemos resumir así: Si nada es verdad ni nada es mentira, ¿por qué iba a ser cierto ese único mandamiento relativista Intelectualmente, la modernidad es artículo de saldo.

Por tanto, ¿el liberalismo es contrario al cristianismo Sin duda.

Pero dicho esto... sí, el liberalismo económico defiende la propiedad privada. Lo que ocurre es que hemos entendido que defender la propiedad privada es defender la empresa privada. Y no, no es verdad. Insisto en la distinción de Gilbert Chesterton, un hombre clave en el desarrollo del tradicionalismo que fue miembro y promotor del Partido Liberal inglés y un furibundo anticapitalista. Distinguía don Gilbert con la figura del ladrón, que puede ser un gran defensor de la empresa privada -todo un capitalista- pero al que no se puede considerar defensor de la propiedad privada. Ahí creo que está la clave del debate. Y claro que anda cargada de razón la Cruz de San Andrés, cuando asegura que el objetivo primero de la Iglesia es el bien común de la sociedad. No voy a absolutizar la propiedad privada: simplemente digo que es la base de la libertad social, quizás, sí, porque trabajamos con un hombre caído.

Repare el autor de esta pieza bien construida que esa aparente contradicción entre libertad individualista y bien común general es la historia misma de la salvación. El que se salva es el hombre, no la humanidad. Entre otras cosas porque es el hombre, no la humanidad, el único dotado por el Creador con un alma libre. Es el individuo el único que será juzgado. Será juzgado de caridad que, ciertamente, es virtud individual que implica la entrega a los demás. Pero es el individuo quien se salva o se condena. Es exactamente la misma relación que existe entre propiedad privada y bien común. O, siguiendo el ejemplo de que la propia Cruz de San Andrés (insisto, me gustan los argumentos y los ejemplos de esta gente) expone sobre esa ayuda que la Iglesia impele a prestar a los viajeros de ese autobús, atrapados en una tempestad de nieve. Si no tuviera una casa, ¿cómo podría cumplir con su deber de acoger a quien se ha quedado tirado a la intemperie

¿Liberalismo y Doctrina Social de la Iglesia Ahí tenemos, acudo de nuevo a Chesterton, quien, más que a la propiedad privada defendía la 'Triple P': propiedad privada pequeña. Lo de pequeña es fundamental, que no en vano el movimiento creado por los hermanos Chesterton y por Hilaire Belloc se llamó distributismo. En efecto, la propiedad privada es como el estiércol: buenísimo para toda la sociedad, no sólo para el propietario, siempre que esté bien extendida, bien repartida.

Y sí: creo que liberalismo económico y la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) se parecen justo ahí: en la defensa de la propiedad privada, sin la cual, no nos engañemos, el hombre se convierte en siervo del Estado o en siervo del mercado... o en ambas cosas a la vez. La actual alianza entre los gobiernos y mercados financieros (tú compras mi deuda pública y yo te salvo en caso de que quiebre tu banco) es una muestra de ese capitalismo de Estado o socialismo capitalista que tanto criticaba el liberal Chesterton. Tan siervo es el ciudadano expoliado de su propiedad por impuestos confiscatorios del Estado como el ciudadano expoliado por los mercados financieros y grandes corporaciones, porque ni en uno ni en otro caso tiene propiedad para defender sus derechos y para colaborar al bien común.

Ahora bien, yo creo que este aparentemente imposible acuerdo no lo es tanto. Lo cerró Juan Pablo II (en la imagen) con una de sus genialidades, cuando defendía la propiedad privada al tiempo que habla de la "hipoteca social" de esa propiedad privada. No creo interpretarle mal si afirmo que defendía esa propiedad privada al tiempo que la justicia distributiva: si alguien tiene mucha propiedad privada -PP y no PPP- asumía un deber con los más desfavorecidos. Por eso, también, Wojtyla hablaba, y condenaba, el neoliberalismo. Pues bien, neoliberalismo no es más que capitalismo.

Última nota: si por liberalismo entendemos -y así se suele entender- la democracia parlamentaria, entonces también me considero liberal en el terreno político, además de en el económico. Es más, considero que el sistema democrático es el menos malo de los sistemas políticos existentes y el más acorde con un Cristianismo que enseña a un Dios que creó al hombre libre. Sobre todo libre para elegir entre el bien y el mal, pero también para elegir quién le gobierne. Y si esto es individualismo, pues que viva el individuo, también conocido como hombre redimido por Cristo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com