Caritas Española pasó su crisis con el post Concilio. Allá por la década de los setenta y ochenta, la entidad de la Iglesia católica dedicada a los pobres se vio trufada por la teología de la liberación y muchos de sus responsables comenzaron a decir tonterías enormes.

Vamos, que se olvidaron de Cristo y de que no sólo de pan vive el hombre (además, si se trata de repartir pan, el Estado es un instrumento mucho mas útil que la Iglesia porque es mucho más grande). Total, que, al final, la Iglesia tuvo que hacer una reforma para que Caritas volviera a hacer Caridad, como su mismo nombre indica, y no altruismo.  

Pues bien, ahora el problema se traslada a Manos Unidas, que es como el Ministerio de Asuntos Exteriores de la Iglesia. La teología de la liberación era una memez -peligrosa memez- de los años ochenta y noventa. Lo que vende en el siglo XXI son los presupuestos panteístas del Nuevo Orden Mundial (NOM). En otras palabras, el problema de Manos Unidas es el eco-panteísmo, centrado en su maravilloso lema de Salvemos al Planeta. Mire usted, la Iglesia está para salvar almas -y cuerpos- no especies animales y vegetales. Del planeta, el cristiano sólo debe ocuparse en cuanto está obligado a ceder a las generaciones futuras -es decir al hombre, no al planeta- un medio ambiente en condiciones, no más.

Manos Unidas debería recordar que quien tiene un porqué para vivir acaba encontrando el cómo. De otra forma, mucho me temo que vamos a pasar de la crisis liberadora de Caritas a la crisis panteísta de Manos Unidas. El apoyo de la organización a los Objetivos del Milenio, un submarino del NOM que no vende otra cosa que aborto y sincretismo, debe ser revisado, antes de que alguien se lo revise.

Myriam García Abrisqueta, presidenta de la entidad, es una mujer con nobles intenciones y buenas ideas. Pero también deberá recordar que el infierno está lleno de personas con buenas ideas. O si lo quieren de otra forma: la Iglesia no es una ONG, sino el cuerpo místico de Cristo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com