Todas las mañanas suena la melodiosa voz de Federico Jiménez Losantos, el nuevo ídolo de las masas, siempre víctima, nunca verdugo, en el tiempo delos comunicadores. Ahora la ha cogido con el obispo deGerona, Carles Soler, quien había dicho mal dicho, por generalizar- que la cadena COPE ofendía al pueblo de Cataluña. No, al pueblo no; sólo ofende a los obispos catalanes y a los cristianos que no comprometen a su Iglesia en banderías humanas. Por lo demás, es una vulgar mentira que D. Federico ofenda al pueblo catalán: ofende a todo el mundo que no se rinda ante su superior criterio. Federico no hace acepción de personas. Para él, todos son iguales: blancos sobre los que disparar. Sean catalanes o de Badajoz. En cualquier caso, craso error monseñor. Don Federico nunca ofendería al pueblo catalán, porque los pueblos son anónimos. La injuria eficaz siempre es personal. Quiero decir que don Fede podría insultar a todos y cada uno de los 6 millones de catalanes, pero nunca jamás al pueblo : ¿Pero con qué objeto?

Y así, puede darse esa muestra de pluralismo interno de la que hablaban los directivos de la cadena propiedad de los obispos y órdenes religiosas durante la presentación de la actual programación, D. Federico ha decidido (mañana del jueves) poner como no digan dueñas al Ordinario de Gerona. La técnica de D. Fede es siempre la misma: Rozar la injuria legal, chillar, apostrofar e intercalar, con esa armoniosa voz que la naturaleza le ha regalado, silencios o graznidos: ¿Seeeeeñor obispo, le paga a usted la hipoteca La Caixa?... Cambie de dial y escuche Radio Estel esas emisoras católicas nacionalistas ¿Van a predicar una cruzada? Pues a lo mejor no les va nadie...

Al final, el radiofonista exhala Déjennos en paz, déjennos en paz, déjennos en paz, déjennos en paz, lo que recuerda el famoso grito de otra víctima política, Madonna, cuando en la Plaza del Vaticano, señalando al balcón papal, sollozó Déjame cantar.

¿Se imaginan ustedes a Juan Luis Cebrián diciendo algo similar de Jesús Polanco? Pero he aquí la gracia del pluralismo interno del único medio informativo de la Iglesia Católica: el locutor estrella, que cobra cerca de 200 millones de pesetas por año, más participación en publicidad de los obispos es decir, le os propietarios de la emisora- se permite el lujo de poner a parir a quien le paga. Y es que no hay nada como el pluralismo.

Naturalmente, don Fede, ese evangelizador, sabe muy bien a quien le mete el dedo en el ojo. Aprovecha las diferencias digamos distintas sensibilidades- de la jerarquía eclesiástica española para golpear en el rostro, que no en el cerebro. Porque don Fede se caracteriza por un escrupuloso respeto a las ideas ajenas y un arrojo temerario contra las personas. Como decimos en Asturias: Ye un monstruo, oh.

Naturalmente, los obispos no son tontos, y ya están preparando recambios en la COPE. No es que vayan a quitar a don Fede, claro está, porque ya no hay quien le quite: ahora mismo es el que aporta la audiencia (ahora, no cuando se le ofreció el programa estrella en la franja matutina). Así que no sólo utiliza la cadena para promocionar sus negocios particulares o a su aliado, Pedro J. Ramírez (a todo esto ya estamos acostumbrados), quien le ha convertido en la estrella de El Mundo, sino que, sencillamente, insulta a los directivos de la emisora y a los propios obispos. Si mañana D. Fede blasfemara en la COPE: ¿le despedirían?

Por eso, está en marcha un movimiento de cambio. Como no pueden echar a don Fede, a alguna espléndida cabeza clerical se le ha ocurrido que lo que hay que hacer es echar al propietario. Por seguir con el ejemplo Prisa: como no podemos echar a Cebrián, lo mejor será que echemos a Polanco (sabroso panorama, ciertamente). Un recambio generacional que le dicen, aunque a este paso va a ser un recambio episcopal. Eso sí, insisto, en el accionariado, no en los contenidos. Ya saben que el buen comunicador (¿les he comentado que vivimos en la época de los comunicadores?) es aquel que defiende su independencia con denuedo, y que sabe poner en su sitio a los repugnantes aportadores de fondos, bajo la máxima más conocida de la era de la información: Dame el dinero y no quiero volver a verte por aquí.

Eulogio López