No, si ahora resulta que la causa de la crisis son las cajas de ahorros. Decíamos ayer y asegura hoy El País, que, al parecer, tenía un magnetofón en la sesión, que es en lo único en lo que ambos partidos se muestran de acuerdo.

En eso, y en menudencias sobre quién debe decir dónde hay que recortar el gasto (naturalmente, debe ser el Gobierno, que para eso tiene el poder). Pero el Gobierno no puede: toda la política de ZP consiste en subsidios en lugar de salarios, consiste en comprar votos con dinero público.

No se ha hablado de política energética, cuando estamos derrochando el dinero que no tenemos en financiar a unos multimillonarios (Entrecanales, Benjumea, Florentino Pérez) para que lancen una energía carísima, la solar, etc.

Tampoco se abordó la reforma laboral, en un momento en que los sindicatos están enrocados, el Ejecutivo con ellos y el patrón de patronos, Díaz Ferrán, propone estupideces aparentemente en el puesto y, de esta forma, seguir gozando el papel de los bancos para no quebrar.

En cualquier caso, la reforma laboral sólo puede ser una en el momento actual: despido libre a cambio de salarios dignos.

Y en fiscalidad, se habló poco. Curioso, porque el 90% de la política económica es fiscalidad. De ello depende todo. El Gobierno quiere subir el IVA. Por principio, me opongo a cualquier subida impositiva. Dicho esto, si fuera necesario, aunque debiera haberse hecho antes, es el IVA el impuesto menos dañino para las clases más necesarias. Ahora bien, debe compensarse con el cuotas por IVA, con la reducción de otros impuestos, por ejemplo los que gravan el empleo, y por la reducción del impuesto de sociedades, de tal forma que la parte del beneficio dedicada a aumentar las reservas de una empresa no estén gravados. Dicho de otra forma, que no se grave el excedente dedicado a reinversión. Y otra novedad fiscal más de la que no hablaron los socialistas Salgado, Sebastián y Blanco con los populares Montoro y Nadal: el autónomo, verdadero motor de la economía, debe pagar, no un poquito menos que la gran empresa -en la práctica paga más porque no accede a bonificaciones fiscales- sino mucho menos que esa gran empresa. Porque lo más grave que le está sucediendo a la economía española es que el hijo del autónomo aspira a ser funcionario: ha visto llorar a su padre por perder el comercio, el taller o el despacho, y a veces la casa hipotecada para sostenerlo, mientras el señor ZP seguía hablando de proteger a un proletariado que ha dejado de existir. Y si acabamos con el autónomo, con la micropyme, entonces España se quedará sin sangre, una colonia de grandes empresas extranjeras y probablemente estatales.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com