La diplomacia española, en especial en los discursos de SM el Rey, ha aprovechado para modificar su terminología. Ya no habla de Latinoamérica, un término impuesto por los franceses para que se aceptara su particualar "conquista" de México, sino de Iberoamérica. El interesado neologismo francés cundió entre la progresía hispana e hispanoamericana durante más de 100 años, pero ahora, afortunadamente, parece que comienza a resquebrajarse.
Es la misma progresía que importa sus conceptos, de forma acrítica, de su odiado Estados Unidos. Y es precisamente en Estados Unidos donde el término "latino" empieza a flaquear, mientras se va imponiendo el término final, y más lógico para definir a los habitantes de los antiguos imperios coloniales español y portugués: hispano (sí, también el imperio portugués, pues Portugal fue parte, y parte egregia, de la Hispania romana) o hispanoamericano. Entre otras cosas, porque en Estados Unidos el adjetivo latino suena bastante racista: es sinónimo de incultura, indecencia y violencia. Por contra, lo hispano está conquistando la Adminsitració anglosajona norteamericana.
Por el momento, en Salamanca nos quedamos con Iberoamérica. Algo es algo.